El Divino Bombero - 28 de Octubre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 695701177

El Divino Bombero

El capitán de la bomba, Rodrigo Pineda, se toma la cabeza. No puede creer que el hombre de barba frondosa que ve en esa imagen de los 70, sea el mismo que murió hace dos semanas, a los 64 años, tras hacerse conocido recorriendo el barrio Lastarria con un carro de supermercado, vestido de mujer, con pañuelo en la cabeza y repartiendo versos.

-Deberíamos hacerle una animita -bromea Echeverría.

Inostroza busca en YouTube a Pizarro convertido en títere, en los capítulos del programa 31 minutos. Y el historiador del cuartel, Carlos Iturra, agrega un dato más: Diana Navarrete, la artista que inmortalizó al Divino Anticristo en 2007, es la misma que pintó el óleo que retrata a uno de los mártires de la Tercera Compañía. El capitán Pineda mira la obra del personaje popular que fue exhibida en el Museo de Artes Visuales en la pantalla del celular de Iturra:

-Parece que uno de nuestros compañeros se convirtió en un ícono pop -concluye. Las 20 personas que lo acompañan en la mesa asienten con la cabeza.-!Así es capitán¡ -exclaman en tono marcial.

Voluntario en Valparaíso

Su paso por la Tercera Compañía no fue la primera experiencia de José Pizarro como bombero. Antes había sido voluntario en Valparaíso, en la Cuarta Compañía del puerto.

Allí, algunos de sus excompañeros, al enterarse de la noticia de su muerte, intentan reconstruir sus días en la institución y algunos han propuesto juntar las anécdotas para hacer un libro. Según registros de la compañía, Pizarro llegó al cuartel en 1977. Debido a su alta asistencia, pronto hizo méritos para convertirse en miembro de la Guardia Nocturna.

-José llegó porque alguien le dijo que se podía dormir en la bomba -recuerda Germán Paiva (64), un antiguo bombero que conoció a Pizarro en esa época. Paiva lo describe como un joven que entonces era rubio, alto y delgado.

También sabía que Pizarro venía de una familia pudiente en Santiago: su padre era dueño del Instituto de Contabilidad y Técnica Comercial de Chile, que quedaba en la calle Santo Domingo. Pero las cosas se le habían complicado a Pizarro tras convertirse tempranamente en padre de un niño. Paiva recuerda que Pizarro se lo contó así:

-Me dijo: "Mi padre me dio a escoger: o me dedicaba a los estudios o era hombre de familia, pero ambas cosas no me las iba a financiar".

Pizarro no habría querido desprenderse de ninguna de las dos responsabilidades. Matriculado en Literatura en la UC de Valparaíso, y siendo voluntario de Bomberos por las noches, había encontrado la fórmula para pasarle la plata del alojamiento a su pareja y así aportar con la crianza. Paiva recuerda que la mujer entraba a la guardia para mudar al pequeño de entonces ocho o nueve meses, sobre la cama de Pizarro. Luego salían los tres a almorzar. Pizarro no era un voluntario común y corriente. Mientras el resto de los bomberos mataban el tiempo jugando cartas o cachos, él los miraba taciturno desde la barra del casino. Su comportamiento, dice otro de sus compañeros, Eduardo Silva (74), era el de un ermitaño. Se veía solo y sin un norte definido.-Cada noche llegaba con huevos y pan, y pedía que le hicieran una paila. Como...

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