El difunto arte de hacer croquetas - 9 de Agosto de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 579887406

El difunto arte de hacer croquetas

La Herminia hacía, en la casa del abuelo, maravillosas croquetas de carne de vaca: carne molida (en casa, por cierto, para mayor seguridad), cebollita picada y frita, perejil picado, sal, pimienta, huevo para unir todo y, quizá, pan rallado para empanizar algunas veces. Quedaban jugosas, sabrosas, gorditas (ya hablaremos otro día de las albóndigas, sus primas, que son mucha cosa). En el Paraguay hacen, por su parte, la "payaguá mascada", de poco sentador nombre, pero tan sabrosas que nadie puede resistirse a comerlas, y eso que se las suele servir frías o apenas tibias. Allá las arman con mandioca cocida, y la ortodoxia pide freírlas en grasa de pella.

En otras partes del globo terráqueo hemos visto unas croquetas gordas rellenas con huevo duro y otras excentricidades. Nada: las croquetas de la Herminia, acompañadas de arroz graneado y ensalada de tomates, no tuvieron, ni tienen, ni tendrán competidoras. Nacieron ganando.

Qué desaliento, que profunda emoción, que tristeza sin fin ver esas turbamultas de des-zunchados guatones (y, perdón, guatonas) derramándose por los "moles" y abriendo unas tarascas atroces para zamparse unas hamburguesas con aspecto, sabor y consistencia de cholguán frito, sepultadas por infames mayonesas plásticas y sanguinolentas salsas quetchu, más otros cuatro o cinco ingredientes igualmente abominables.

Nosotros tuvimos la suerte de ir, en Santa Cruz de la Sierra, a una reputada, sanitizada y muy certificada usina donde las producían, y vimos cómo, con la carne, mezclaban huesos pulverizados y otras cosas cuyo nombre, gracias...

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