La difícil transición de Egipto - 6 de Febrero de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 350001054

La difícil transición de Egipto

La tragedia en Port Said la semana pasada, cuando un partido de fútbol terminó con más de 70 muertos y 200 heridos, es un reflejo de la situación del país. En lo político, la ciudadanía egipcia aún no siente que las revueltas de hace un año hayan dado los frutos deseados. Si bien desde hace poco existe un nuevo Parlamento completamente elegido por los votantes -en el cual los Hermanos Musulmanes tienen la mayoría de las bancas-, el gobierno permanece en manos de la Junta Militar que tomó el control tras la renuncia de Mubarak, y la impaciencia ciudadana se ha hecho sentir reiteradamente en el último tiempo, exigiendo adelantar el cronograma de entrega del poder: los enfrentamientos de los últimos días causaron no menos de 12 muertos y dos mil 500 heridos.

La transición egipcia está lejos de acabar, y posiblemente ni siquiera ha comenzado. La policía, que muchos acusan de inoperancia durante el trágico partido, todavía es vista como el brazo represor del régimen anterior. A su vez, las barras de hinchas continúan siendo más que grupos de fanáticos. En los tiempos de Mubarak, cuando la participación política estaba muy restringida, esas agrupaciones deportivas llenaron el espacio de los partidos proscritos. De hecho, los grupos de hinchas -por su capacidad de convocatoria y organización- jugaron un papel clave en las revueltas de hace un año, y eso no ha cambiado hasta hoy.

Ni la caída de Mubarak ni la existencia de un Parlamento elegido por la ciudadanía garantizan el nacimiento de un régimen democrático. Para dejar atrás su pasado y empezar a construir su futuro, Egipto debe lograr, primero que todo, que las autoridades den garantías reales de la existencia de un Estado de Derecho por el cual se rijan las fuerzas de orden y seguridad. Asimismo, que el gobierno interino respete los plazos para el traspaso del poder a un gobierno civil. Y los líderes políticos deben abocarse a construir un sistema pluripartidista, que realmente represente -y resuelva- las demandas sociales y económicas de una ciudadanía con altísimos niveles de frustración.

El impacto de la tragedia en Port Said todavía se siente en las calles de las principales ciudades de Egipto, y los barristas ahora apuntan sus protestas y amenazas contra el mariscal Tantawi, jefe del gobierno militar. El tiempo parece agotarse, al igual que la paciencia de los egipcios.

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