Diario de un viaje entre Belén y Jerusalén - 25 de Diciembre de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 341106282

Diario de un viaje entre Belén y Jerusalén

Beit Jala aquí, Belén acá.

Ambas ciudades de Palestina están separadas por una calle. No por kilómetros, ni por hectáreas de campo, ni por cerros, ni por un río.

Estoy en Beit Jala/cruzo/estoy en Belén.

Y hoy, un día equis de noviembre, Belén tiene el cielo más azul que el azul, hay un tráfico de pesadilla y se ven tantos turistas que se diría que no cabe nadie más. Aún no es temporada alta, pero por aquí, donde nació Jesús, está repleto de peregrinos que vienen de México, de Brasil, de Croacia, de Estados Unidos y de todas partes. Esta ciudad de 27 mil habitantes, mitad musulmanes, mitad cristianos, apenas contiene la avalancha de visitantes, de tantos colores, que hablan tantos idiomas, pero que están aquí porque los une el mismo objetivo: a saber, Jesús.

Me lo dice Jorge, un arquitecto chileno que ha viajado con su mujer y sus suegros para conocer la iglesia de la Natividad, comprar artesanías y llevarse tierra santa, que en las tiendas de souvenirs la venden envasada en pequeños frasquitos sellados y certificados.

Jorge hace el tour que la mayoría hace en este lugar del planeta. Todo es sagrado por aquí: esta pared, ese camino, esa montaña. En la vecina Beit Jala hay una fuente en donde la Virgen María habría parado a tomar agua, y en una iglesia se exhibe una piedra en donde ella tal vez se apoyó para descansar. Y como la ciudad está en una colina, si uno mira y hace caso omiso al muro de seguridad que ha instalado Israel en la Cisjordania, se puede ver allá el monte donde Herodes levantó su palacio y acá el Monte de los Olivos.

En Belén, el punto de atención es la iglesia de la Natividad, que encierra el lugar donde nació Jesús, pero por sus calles estrechas y sus escalinatas y sus callejones y sus antiguas construcciones de piedra blanca se tiene la sensación de que esto no ha cambiado en dos mil años. De que siempre ha sido así: las mismas casas, la misma gente, los mismos vendedores de dátiles. No es cierto, pero si uno ha visto muchas películas de Semana Santa, tiene esa convicción.

A diferencia de Beit Jala, una ciudad tranquila y reposada, Belén bulle de actividad y gritos y comercio y bocinazos, y su calle central es un enjambre parecido al de Patronato en un día de caos: tiendas apretujadas a ambos lados de la calzada, baratijas, artesanía, shawarmas, dulces árabes, ropa, juguetes de plástico, banderas palestinas, gente que esquiva autos y autos que esquivan gente. Como Jorge, compro pequeñas cruces y pescaditos hechos de...

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