Diario de una vaca moribunda - 23 de Noviembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 827283653

Diario de una vaca moribunda

4 de septiembre:las lechugasMaría Elena Rojas, de 40 años, deshoja una lechuga y a cada vaca le da una ración. Como si repartiera pétalos de rosa en el suelo, pasa frente a cada animal con la mata de verdura en la mano, mientras los seis vacunos, escuálidos, se zampan la comida en segundos. Detrás de María Elena viene Marina Díaz, de 55 años, su mejor amiga desde hace una década, quien sigue sus movimientos con un celular.Corre viento en Chincolco, una localidad de la provincia de Petorca. El sol quema. Aunque está terminando el invierno, hace varios días que allí parece verano. Alrededor hay cerros secos, manchones verdes de algunas empresas agrícolas, un terreno despoblado, desechos de automóviles y una calle de ripio con alquitrán, que une la población Los Jazmines con la calle principal de la localidad.La secuencia no es una escena preparada. Lo cierto es que María Elena y Marina no están allí para alimentar a las vacas, sino que para llevarles agua, pero en un descuido los animales han escapado del corral. Las lechugas que habían comprado para el almuerzo, entonces, se transformaron en el único incentivo para traerlos de vuelta. Las vacas volvieron al trote, la máxima velocidad que alcanzan sus esmirriados cuerpos. Correr puede ser una actividad incluso mortal.No es el primer video que Marina graba. Un día antes registró a su amiga acarreando decenas de tachos de cinco litros desde su casa al corral, recorriendo los casi 200 metros que separan ambos lugares, para llenar la tina donde los animales beben. "Yo creo que voy a traerles uno grande porque están cagados de sed", se escucha a María Elena decir en la grabación. Esa misma noche, Marina le pasó el video a su esposo y él lo subió a su perfil de Facebook: "Así los pequeños crianceros de Chincolco tratan de salvar sus animales de esta sequía", escribió él. La secuencia comenzó a viralizarse a la mañana siguiente y dos meses después superaría las 300 mil reproducciones.Las lechugas son lo único verde que estas vacas han tragado en meses. Desde que en abril pasado la familia decidió bajar a los animales desde la cordillera de los Andes, donde habían resistido el verano, el comedero de madera ha pasado más tiempo vacío que lleno. En Chincolco no queda pasto de la temporada anterior, ni menos hay plata para comprarlo, sobre todo ahora que se vende a casi cuatro veces su valor original. Impagable para crianceros como María Elena y Manuel Llanca, su marido, que viven con el sueldo que recibe él por cuidar una casa.La falta de comida ha ido debilitando a los animales brutalmente rápido. Debajo del cuero es posible ver el esqueleto: el costillar, las paletas, el lomo. La hambruna acá -dicen- ya es extrema. En los últimos dos meses, a María Elena se le han muerto tres vacas. Todas de la misma manera.-Dejan de comer, se echan en el suelo y durante la noche, por la helada, se mueren -explica.Para ella predecir cuál será la próxima muerte se ha transformado en un triste desafío.-El próximo va a ser Cachitos Puntudos -dice, apuntando a un torito de dos años, cabezón y de cuerpo chico, que mira cómo el resto bebe.Esa noche, el video de las lechugas se volverá viral.13 de septiembre: el guanoManuel Llanca, de 17 años, hijo único de María Elena y Manuel, abre un saco y desde adentro sale olor a caca.-Esto es guano de pavo -dice, mientras agita el saco.Luego toma otra bolsa y lanza unas pasas podridas sobre el guano y lo mismo hace con otro costal que contiene un polvo de color café.-Esto es chocolate vencido, mezclado con maíz y desechos de industrias que no pueden salir a la venta, pero que lo comercializan como forraje para los animales -explica.La mezcla no solo es fétida, sino que...

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