El derrumbe del psicólogo de las estrellas - 23 de Marzo de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 428759930

El derrumbe del psicólogo de las estrellas

Con el corazón acelerado, repasó mentalmente la situación: había superado ya varias rondas de clasificación del torneo durante la semana y esa tarde, siete horas después, saldría a disputar la final con un objetivo inédito para Chile al alcance de la mano, un título mundial en un deporte olímpico. Pero no se sentía lista: se había peleado con un compañero de equipo el día anterior y la competencia era en la tarde, no en la mañana, como estaba acostumbrada, lo que alteraba su rutina habitual de trabajo. Ella se repetía: ¿qué estoy haciendo aquí?

-Estaba histérica, muriéndome de los nervios. Había amanecido muy mal, no sabía qué hacer.

Las respuestas las encontró al otro lado de su cama.

Enrique Aguayo (59 años) estudió en el Instituto Nacional y egresó el año 1976 de Psicología en la Universidad Católica. Su primer trabajo lo encontró en el diario: pedían psicólogos para el Comité Olímpico de Chile. El aviso en sí era una rareza: el desarrollo de la disciplina en el país era nula, más allá de algunos estudios teóricos Ariel Leporati en la Universidad de Chile.

Aguayo y Laura Traverso fueron los primeros en implementarlos directamente con deportistas. Ella recuerda: "En teoría teníamos todo el campo para nosotros, pero la realidad es que en ese tiempo nadie entendía el concepto. Se relacionaba todavía la psicología con la gente que tiene problemas".

Ambos trabajaron en la escuela de talentos del COCh, por separado. Aguayo tuvo su primera gran oportunidad con la selección de fútbol que clasificó a los Juegos de Los Angeles 1984. Pese a ser parte activa del proceso, no integró la delegación olímpica: no había cupo para psicólogos. Cuatro años después, preparó al medallista de plata Alfonso de Iruarrizaga, pero tampoco fue a Seúl.

Gracias a una recomendación del jugador Osvaldo Hurtado llegó a la Universidad Católica, a trabajar con las divisiones inferiores. Ya en ese tiempo no pasaba desapercibido.

"La sensación general era de desconfianza", dice un miembro del primer equipo de esa época. "Y no solo por lo inusual del tema de la psicología. Él solía ir a preguntarnos qué cosas tenía que decirles a los jugadores cadetes. No parecía muy a caballo en el tema".

El paso de Aguayo en la UC estuvo marcado por la situación de Raimundo Tupper. El psicólogo lo conocía desde cadetes e incluso le había hecho clases a una de sus hermanas. En el libro "Mumo por siempre", de los periodistas Hugo Pinto y Luis Avendaño, él mismo relata una conversación clave con Tupper: Le pregunté cómo se sentía y sorpresivamente me respondió algo que se venía guardando. Me dijo: yo creía que estaba bien, pero parece que en realidad estoy más o menos no más. Tras eso Aguayo le recomendó ir a ver un psiquiatra para recibir tratamiento farmacéutico.

El suicidio de Tupper en Costa Rica en 1995 supuso un remezón en los incipientes equipos de psicología del deporte. Aguayo se enteró mientras jugaba futbolito en San Carlos de Apoquindo. Al ser de los pocos enterados de la enfermedad -incluso los altos mandos del equipo médico no sabían-, tomó un rol activo. En el libro dice: Entré a la reunión de directorio, donde estaba Germán Lyon. Le planteé la conveniencia de que hicieran la declaración, porque estaban empezando los rumores, que podían ser dañinos. Conversamos un poco acerca de lo que es la depresión, no sabían mucho acerca de lo endógeno y entendieron que el rumor se podía ir para cualquier parte. Luego accedieron e hicieron la declaración. Yo llegué al estadio sabiendo que había sido un suicidio.

El tema lo sufrió personalmente -conocía a la familia- y lo rozó profesionalmente: lo sulfura cualquier asociación suya con el caso. Dice que nunca fue su paciente.

Tres años después el doctor Carlos de la Barrera, a cargo del equipo médico de la UC, decidió relevarlo de su cargo.

En 1990 el Comité Olímpico de Chile, para abaratar costos, decidió externalizar todos los servicios médicos. Dos años después Bernardo Chernilo, Luis Maya, Marcelo Vargas, Claudio Rafols y Aguayo fundaron Meds, una clínica especializada que partió con una casa arrendada en Las Condes y que hoy es un gigante con tres sedes, 25 millones de dólares facturados por año y otros 50 en nuevos proyectos, que incluyen una clínica de seis pisos en La Dehesa y expandirse a regiones. Hoy, según la última actualización disponible, Aguayo es uno de los tres socios mayoritarios con el 13,39 por ciento de la propiedad.

"Todo partió de forma súper romántica. Atendíamos con el mínimo de infraestructura, nadie ganaba plata, por puro amor al arte. Teníamos las ganas de desarrollar un campo totalmente inédito en Chile. Y en eso Enrique ayudó mucho; tiene una personalidad muy atractiva, se sacaba la mugre yendo a ver deportistas los sábados y domingos a los torneos. La gente es muy injusta: él solo desarrolló su ámbito en el país de manera bien rupturista", dice Vargas.

A mediados de los noventa Aguayo se movía con soltura en el mundo del tenis. Conoció a Marcelo Ríos cuando era aún un adolescente. Era el material soñado para cualquier psicólogo deportivo: un talento inédito a nivel mundial mezclado con una personalidad poco convencional. Aguayo entró en su estrecho círculo y, cuando el tenista estaba en Chile, era de las pocas personas ligadas al tenis con la que accedía juntarse. Mediáticamente lo instaló ya definitivamente como la cara visible de la psicología deportiva en Chile, ya que...

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