Déjenlos jugar - 29 de Octubre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 820985541

Déjenlos jugar

Muchos no se acuerdan, pero cuando la selección Sub 17 dirigida por Leonardo Véliz se clasificó al Mundial de Japón 1993 hubo un trabajo previo que, para esos años, era novedoso. Ello porque no solo incluyó la realización de amistosos y giras, sino que también se llegó a un acuerdo con la televisión abierta para transmitir encuentros que se disputaban esencialmente en el estadio Santa Laura.Fue ahí donde los nombres de Dante Poli, Frank Lobos, Sebastián Rozental, Héctor Tapia, Manuel Neira y Pablo Herceg, entre otros, comenzaron a hacerse familiares y cercanos. Pero no solo porque salían en la tele. Los chiquillos que dirigía el "Pollo" Véliz eran buenos para la pelota, pero lo que más llamaba la atención -y que terminó por conquistar a los hinchas que luego madrugaban para verlos en Japón- era la alegría que mostraban al jugar. Contagiaban. Seducían. Daban la impresión de que estuvieran en el barrio, en el patio del colegio, en la cancha de tierra en la que muchos de ellos dieron los primeros chutes.Claro, de esa generación no hubo figuras que se proyectaran a niveles supremos ni tampoco fueron la base de selecciones mayores que obtuvieran logros históricos. A Poli y a Rozental las malditas lesiones les impidieron hacer carrera en el extranjero como parecía ser su inevitable destino. Herceg ni siquiera fue profesional y se fue por los estudios. Lobos, Neira y Tapia tuvieron una trayectoria con altos y bajos.No fue, en definitiva una generación dorada. Pero igual marcó algo. De hecho, estamos aún recordándola más de un cuarto de siglo después de que la vimos...Y el tema...

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