Las definiciones de la mano derecha de Alejandro Guillier
-¿Por qué Alejandro Guillier no da entrevistas ni va a programas políticos?
-El busca más el cara a cara con las personas, más que los grandes discursos en los medios. Es su estilo.
-Pero, ¿por qué no se somete al escrutinio de sus propios colegas?
-¿El escrutinio público es el de los periodistas? Yo no lo veo así. El escrutinio público va a ser el día de la elección.
-¿Y usted está de acuerdo con ese sistema?
-No dirigimos la campaña, él toma sus decisiones.
Pero creo que le ha servido.
Se conocieron hace cinco años por un amigo en común. Hoy, Juan Forch (68) es uno de los asesores más importantes e influyentes de Alejandro Guillier. Tanto, que la prensa lo ha bautizado como el "orejero" del candidato, con quien trabaja hace cuatro meses como director estratégico del equipo de propaganda, según se le ha presentado en los medios. Pero él aclara que solo es un consultor comunicacional de la campaña.
-Mi única responsabilidad ejecutiva es en el tema de la franja.
Aún así reconoce que se reúne varias veces a la semana con Guillier para ver lineamientos generales.
El expublicista, uno de los cerebros de la Franja del No y actual novelista -ha escrito siete libros-, dice que cuando conoció al periodista le pareció un tipo fascinante y un muy buen conversador. Y que se hicieron buenos amigos.
-Desde siempre hemos conversado mucho de política y como él sabía que yo había hecho campañas de candidatos presidenciales, me invitó a la suya -dice.
-¿Es verdad que no le paga?
-Sí. Fue un acuerdo el que no habría intercambio de dinero.
-¿A Patricio Aylwin y Eduardo Frei tampoco les cobró?
-Sí, a ellos sí. En esa época cobraba. Pero ahora estoy en otra.
-¿No necesita plata para vivir?
-No. Y también porque quería mi libertad. A estas alturas yo hago las cosas porque quiero hacerlas, y si no me gustan, simplemente me voy.
Juan Forch, tres matrimonios, cinco hijas, hoy separado, nació en una familia de militares: su padre era oficial de infantería del Ejército y llegó a ser director de la Academia de Guerra. Su madre era hija de uniformados. Se crió en ese ambiente y, de hecho, su padre quería que siguiera la tradición: por eso, a los 14 años ingresó a la Escuela Militar. Duró un año y medio antes de que lo echaran.
Por los traslados de su padre, vivió en distintas partes: Santiago, Viña del Mar y Chillán. También en El Salvador, Centroamérica, y en Estados Unidos.
Volvió definitivamente a Chile a los 17 años y entró al Instituto Nacional.
Sentado en el living del departamento que mantiene en Santiago, en Avenida Andrés Bello, el que habita solo algunas veces al año -porque desde hace siete vive solo en el sur de Chile-, recuerda el momento en que sintió que un mundo nuevo se abría frente a él.
-Viví toda mi vida alejado de la política, mi mundo era otro, el de los militares. Entonces, cuando llegué al Instituto Nacional recién me abrí al mundo civil, al mundo político, al mundo republicano de la época, el de las diferencias ideológicas.
Al salir del colegio, estudió periodismo en la Universidad de Chile. Nunca se tituló, porque apenas egresó, se casó, tuvo una hija y se puso a trabajar.
Su primer empleo fue como reportero gráfico en Las Últimas Noticias.
-Sus noticias eran policiales. Venía con todas las balaceras, los asesinatos y los suicidios. Y también con la vida nocturna, el Picaresque y el Bim Bam Bum y sus vedettes. Traía harta hípica también. Yo era el único fotógrafo de la noche.
Luego se fue a Ramona, una revista del Partido Comunista, y más tarde a ChileFilms. Ahí estaba cuando decidió militar en el PC. Era 1972. Dice que no tuvo tanta relación partidaria y que, en general, seguía con su vida, que incluía hacer fotografías de películas y compartir con directores como Raúl Ruiz.
-Él hizo en esa época Palomita Blanca en ChileFilms y nos hicimos conocidos, no amigos...
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