Ese cuidadoso refinamiento - 3 de Julio de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 644322933

Ese cuidadoso refinamiento

"La bruja" luego muestra a esta familia instalada en un claro, junto a un bosque, pero las cosas no andan bien. Es un mundo duro, frío, sucio, inhóspito. La cosecha es paupérrima, desaparece un hijo de pocos meses en extrañas circunstancias y la familia comienza a tener conflictos internos. Los actos del padre o la madre parecen sometidos a pequeñeces que, por humanas que sean, no conversan con el discurso cristiano que declaran con tanta convicción. Por mucho que invoquen a Dios y su misericordia, Dios no aparece por lado alguno.

Comercializada quizás equivocadamente como una cinta de horror, "La bruja", el primer largometraje de Robert Eggers, sí califica como cine fantástico. Sin embargo, su énfasis, más que en lo sobrenatural, está puesto en la atmósfera y la fotografía. Antes de dirigir, Eggers fue director de arte y diseñador de producción, y este pasado se nota. No es que la película esté sobrevestida o sobredecorada, pero es extremadamente cuidadosa en sus imágenes. Prácticamente toda la cinta está retratada con luz natural, pero el uso de velas, de habitaciones de ventanas pequeñas y de un invierno seco, de luz horizontal, le permite armar encuadres de gran dramatismo visual, lleno de claroscuros, muy cerca de los cuadros que Caravaggio había pintado algunas décadas antes del viaje del Mayflower. En ese sentido, "La bruja" revela una intensa concepción del estilo, muy superior a la película promedio y lejísimos de una típica cinta de terror.

Este cuidado estético tiene un paralelo en el uso del diálogo, donde los personajes hablan en el inglés del siglo XVII. Ello permite giros, articulaciones y resultados muy sabrosos, que permiten transmitir por momentos muy claramente la manera en que estos primeros habitantes de Estados Unidos concebían el mundo y las relaciones.

Eggers, no hay dudas, sabe armar un mundo y sabe también narrar. Las piezas se van montando cuidadosamente y la cinta acumula tensión, extrañeza y agobio.

Ahora, dicho eso, no es tan claro el por qué...

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