Un crucero de lujo para redescubrir el Danubio - 31 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 526161682

Un crucero de lujo para redescubrir el Danubio

Pero faltaban horas para ese encuentro.

El tren que había salido de Roma estaba lleno de peregrinos alemanes y austríacos que habían viajado a Italia para la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. A pesar de la enorme cantidad de pasajeros, a eso de las diez de la noche no se sentía volar una mosca. Los ruidos sólo se hicieron nota hacia las cuatro y media de la mañana, cuando llegamos a Innsbruck, la primera estación suiza. Después, otra vez el silencio y la típica sensación de soledad propia de "un pasillo de tren de madrugada", como canta Sabina.

Llegué a la estación de Munich a las seis y media de la mañana, tal como estaba previsto. El tren local que me llevaría a Passau, lleno de trabajadores y estudiantes, partió apenas el minutero marcó las siete. El paisaje, ordenado y apacible, no variaba significativamente salvo por el clima: a medida que nos acercábamos a Passau, las nubes negras -que parecían volverse más intensas y aún más oscuras- no prometían nada bueno.

La lluvia fina, pero que mojaba bastante, finalmente se dejó caer cuando bajamos en la estación de Passau (conocida como "la ciudad de los tres ríos" porque aquí confluyen el Eno, el Ilsz y el Danubio), pero no había tiempo para quejarse: no tenía mucho tiempo antes de encontrarme con el River Beatrice y zarpar, así que pedí al taxista (un indio de turbante y barba larga) que pasáramos rápidamente por el centro histórico, reconstruido a partir de 1662 cuando un enorme incendio arrasó la ciudad. Tal como había sugerido Tobias Piller, un periodista alemán nacido aquí, había que ver aunque fuera a la carrera la catedral barroca de San Esteban, con sus campanarios gemelos y su majestuoso órgano, el más grande del mundo con sus 17.774 flautas (domingos y festivos a mediodía hay una misa cantada, acompañada con este órgano; y de mayo a octubre, todos los días también a las 12 hay concierto).

Tobias tenía razón.

Cuando finalmente alcancé el River Beatrice, el elegante barco de la línea de cruceros Uniworld se preparaba para empezar a navegar este tramo del Danubio que, saliendo de Passau, nos llevaría a Budapest para luego de detenerse en Linz, Melk, Dürnstein y Viena. Rápidamente dejé el equipaje en la suite que tenía asignada (la primera impresión: lucía espaciosa y cómoda), para subir a la cubierta porque no quería perder la panorámica de los tres ríos, con sus diferentes colores, que nos despedían de la ciudad alemana.

Como navegaríamos toda la tarde y llegaríamos a Linz, en Austria, por la noche (nos quedaríamos en esa ciudad todo el día siguiente), decidí pasar esas primeras horas recorriendo este pequeño barco, con capacidad para 150 personas. El River Beatrice tiene tres pisos y las características propias de un hotel de lujo. En la cubierta, cómodas sillas de playa y mesas se distribuían criteriosamente para no impedir a los pasajeros que simplemente andaban por ahí, paseando o trotando.

Las actividades para los pasajeros comenzaron esa misma primera tarde...

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