Mi crucero inolvidable - 24 de Septiembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 693608861

Mi crucero inolvidable

y sí, pude entenderlos. El canal Lemaire era llamado "paso Kodak" con justa razón (aunque la referencia esté bastante obsoleta). Era uno de los tramos más impresionantemente fotogénicos de la travesía:

un paso flanqueado por colinas cubiertas de nieve tan blanca y brillante que uno podría sospechar que en realidad lo que veía en las fotos era merengue, o que a los retratistas se les había pasado la mano con el retoque.

Pero luego de casi dos semanas a bordo de este barco para recorrer la Antártica (aunque en rigor lo que navegamos no era "LA" Antártica, sino la Península Antártica, que es como la antesala; aunque para todos los efectos tengo un timbre en el pasaporte que dice que estuve en el continente), sabía que esa nieve, en realidad, podía ser así de blanca. Y la naturaleza podía volver a sentirse como en pocos otros sitios: fresca y reluciente, intocada y desconocida, como si estuviese recién hecha.

Un privilegio que todavía pocos tienen, y que explica el apetito voraz por relajar las reglas que regulan el acceso al último continente todavía no invadido por el turismo.

El Nordnorge, por cierto, era una buena manera de acercarse a ese mundo.

Un barco curtido en los mares del norte de Europa y, sobre todo, en los estrechos de Noruega, esos que pretenden rivalizar en belleza con los canales australes chilenos. Un barco que mezclaba con criterio la sofisticación y comodidad, con el espíritu aventurero y la sobriedad de un viaje con espíritu de exploración.

A bordo, una variedad de gentes que aparecieron solo cuando el barco terminó de cruzar el (casi siempre muy agitado) mar de Drake, y el balanceo (infernal o divertido, según cada cual) era reemplazado por las aguas protegidas de Rey Jorge, una de las islas subantárticas del recorrido, y luego las de la propia Península Antártica. Espacios tranquilos a bordo, expediciones aventureras más allá:

desembarcos que permitían sentirse un poco exploradores, avistamiento de grupos tan numerosos de pingüinos que llegaban a ser inquietantes (en isla Cuverville, que tiene la colonia de pingüinos gentoo más grande del continenten), bases de países demasiado lejanos (como los acogedores polacos de Arctowski) o cercanos; pero sobre todo, la sensación de ser un privilegiado:

ver lo que pocos han visto (y, en el fondo, también la inquietud de no saber cuánto tiempo más seguirá así).

El barco: El MS Nordnorge actualmente solo está sirviendo en los itinerarios por los canales noruegos de la empresa Hurtigruten, que para la Antártica ha enviado otros de sus barcos: MS Fram, MS Roald Amundsen y MS Midnatsol. Más información en la web Hurtigruten.com

MSC MERAVIGLIAEl escritor norteamericano William Faulkner dijo una vez: "No puedes nadar hacia nuevos horizontes hasta que tengas el coraje de perder de vista la orilla".

Con esa cita en mente me embarqué por primera vez en un crucero de lujo en Le Havre, Francia, a principios de junio de este año, con destino a Génova en una travesía de 10 días con paradas en Vigo, Lisboa, Barcelona y Marsella.

Ya tenía experiencia en barcos, pero de guerra, con espacios reducidos y navegando por aguas tormentosas en la Antártica, y persiguiendo pesqueros rusos ilegales mar adentro. Espectaculares experiencias, toneladas de adrenalina. Pero nunca me había embarcado en estos hoteles flotantes ultra lujosos, esos que prometen mucho goce y sol, ocio sin culpa, comer y beber en una bacanal incesante, sin tiempo para el tedio y el hastío.

La expectativa era alta. Y la realidad fue más que satisfactoria.

Ciertamente, no se requiere coraje ni valor para alejarse de esas ciudades cuando lo...

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