Creadores de una oveja de raza
Echadas sobre el piso de madera , apenas se escuchan sus balidos. Es lunes por la mañana y lo que suena más fuerte en el galpón es el ruido de las máquinas esquiladoras que pasan frenéticamente dos operarios de ropas oscuras, manga corta y gorros, por el pelaje de un par de ovejas. Mientras les quitan la lana, los animales lucen tranquilos.-Son dóciles -confirma el médico veterinario del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), Marcelo Quezada-. La técnica de esquila se llama Tally-Hi y busca el bienestar animal.Esta forma de quitarles la lana consiste en hacer pasadas largas con la máquina y en un orden lógico, ahorrando movimientos innecesarios y malestar al rapado.El galpón del centro experimental Hidango del INIA en Litueche, en la Región de O'Higgins, está lleno de ovejas apiñadas esperando el momento en que les corten la lana, que se destinará a artesanos del Maule."Pagan como 750 pesos por kilo. Cuando se exporta sube a cinco dólares", compara Quezada. El investigador es uno de los que más saben del animal que describe. Se trata de la Hidango, una raza chilena recién inscrita y que tardó 45 años en desarrollarse, un proceso en el que él cumplió una labor fundamental.Marcelo Quezada es padre de tres hijos y tiene 45 años. Llegó a vivir al centro experimental cuando tenía 4 años y su padre fue contratado como técnico agrícola. Debía abocarse a la parte cerealera del predio, un campo de 2.700 hectáreas, con una casa patronal de extensos corredores, que hoy sirve de oficina y está situado en pleno secano costero de la zona central.-Me empecé a meter mucho en lo que a mí me gustaba, que eran los animales-recuerda Quezada-. Ahí conocí a Christian Crempien, quien es considerado el padre de la ovejería en Chile. Como a los 12, 13 años, él me empezó a enseñar.Crempien llevaba desde 1977 trabajando en la idea de formar una nueva raza de oveja que se adaptara mejor a las condiciones de la zona centro y sur del país, y fuera más rentable para el agricultor. A poco de iniciada su labor, llegó a desempeñarse al campo el temporero Miguel González. Su tarea era ocuparse de los partos ovinos y ahijar, es decir, asignarle el cordero recién nacido a la madre que le corresponde.-En ese tiempo yo tenía 20 años. Echábamos unas mil ovejas en un sector y se formaba un despelote, entonces había que tratar que las mamás tomaran a sus corderitos, porque hay ovejas que están por parir y les quitan el cordero a otras -reseña González-. La oveja puede querer a un hijo que no es suyo, pero después lo deja abandonado y eso es la muerte segura para el corderito, porque no lo va a alimentar. A mí me tocaba ordenar ese naipe.González recuerda que tenían reuniones constantemente con Crempien, quien les detallaba su idea de cruzar cuatro razas hasta lograr una nueva, una especie de "súper madre" a partir del cruzamiento controlado de...
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