Corte y manicure en una cárcel de mujeres - 25 de Julio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 579083430

Corte y manicure en una cárcel de mujeres

"Se hacen californianas de colores; rojo, turquesa, azul, naranjo, verde y violeta".

El aviso del centro de belleza que atienden las internas del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín está pegado con scotch en todos los patios del penal, desde que abrió en febrero pasado. Y los sábados y domingos, días de visita, las peluqueras trabajan a toda máquina.

-¿Lavado? ¿Corte? ¿Mechas? ¿De qué color? -le dice Jennifer Godoy (30) a una reo que llega a primera hora. El reloj marca las nueve de la mañana y Lorena Fuentes está impecable: viste tacos y un vestido. Sus pestañas están bañadas en rímel.

-!Amonóname entera¡ -le contesta la clienta mirando a la peluquera por el espejo que cubre la pared.

Es una ocasión especial. Lorena, de 47 años, tiene venusterio. A partir del mediodía, podrá estar tres horas a solas con su marido en una cabaña de la cárcel. Un beneficio que las presas solo tienen una vez al mes.

-Quiero sorprenderlo -asegura coqueta.

Jennifer acomoda su cabeza en el lavatorio. Y comienza a lavar su cabello rojizo. De fondo suena Myriam Hernández. La clienta tararea y sigue hablando. Ahora, boca arriba.

Casada "con el único hombre de su vida", a quien conoció hace 35 años, Lorena le cuenta a Jennifer que hubo un tiempo en que con su esposo pelearon y él no la iba a ver. Pero que desde que la peluquería se inauguró, él ha vuelto a visitarla.

-Me encontró más bonita y ahora viene más seguido -dice Lorena.

Una gendarme vigila la puerta y abre y cierra el clóset del que Jennifer saca por turno lo que necesita: una tijera, cepillos, el alisador de pelo y la tintura rojiza de Lorena Fuentes, que, a medida que ocupa, vuelve a poner en su sitio.

-Tenemos que estar pendientes porque de repente llegan las niñas a hacerse el pelo y se llevan los productos para cambiarlos en los patios por droga -se excusa Jennifer cuando la gendarme vuelve a poner llave.

-Ser peluquera en la cárcel es una responsabilidad grande. Cualquier error puede desprestigiarte.

Jennifer no quiere equivocarse más, porque ya lo hizo dos veces. El 14 de septiembre de 2006, "La Gitana" -así le dicen en su familia-, salió a robar un auto. Aprovechando un semáforo en rojo, asaltó un Chevrolet Corsa con un amigo. Adentro iba una mujer a la que apuntaron con una pistola en la cabeza y le ordenaron bajarse. Cuando se dieron a la fuga, Carabineros los persiguió, ellos aceleraron y terminaron volcándose.

Se descubrió que el arma era de fogueo, pero a Jennifer igual le dieron siete años. Luego salió libre. Estudió peluquería, pero no ejerció hasta ahora, que está nuevamente presa. Cayó en 2012 por tráfico, la misma razón por la que Lorena y el 55% de las mujeres están encerradas en San Joaquín.

-Tengo una hija que va a cumplir 11 años, pero de esos solo he estado tres con ella. Me la cuida mi madre, que está viejita, pero es más leal que cualquier marido -le dice apenada Jennifer a Lorena encendiendo el secador.

La peluquera levanta las cejas. Suspira, y luego dice: "Yo ya no creo en el amor. Cuando uno tiene pololo es doble tu condena".

Lorena pasa ahora donde la manicurista para hacerse las uñas. Luego de dos horas en la peluquería, está lista.

-¿Cómo me veo? -pregunta.

-Tirái cualquier pinta. Ahora, a matar -le contesta la peluquera.

Segundo corte

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