Corazón de chamanto - 18 de Febrero de 2024 - El Mercurio - Noticias - VLEX 1017468403

Corazón de chamanto

T enía 13 años cuando su padre, un agricultor que creía que "la mujer era para la casa", la sacó del colegio. A escondidas, Guillermina, tía paterna que quería que tuviera un destino diferente al suyo, la inscribió en un taller. "Dijo que me iba a servir para el día de mañana. Ahí me enseñó Nelly Beltrán, que todavía hace clases. Cuando mi papá se enteró, ya no pudo hacer nada", recuerda Mireya Bustos (63), sentada en el living de su casa en Villa Australia, a la entrada de Doñihue, pueblo donde nació.Por eso, para ella el chamanto es más que la ropa de gala de los huasos. O una prenda de lujo que se regala a alguna celebridad. Es el entramado crucial de su vida.25 kilómetros al suroeste de Rancagua, Doñihue (en mapudungún, "lugar de cejas", por la forma arqueada de sus cerros) fue granero y punto de suministro del imperio incaico. Luego vinieron los encomenderos y, más tarde, los patriotas. En 1873 se creó la Villa Doñihue.Actualmente, la localidad de 23 mil habitantes (conocida también por sus frutales de calidad y el vino chacolí) es considerada patrimonio textilero por las generaciones de tejedoras cuyos chamantos, igual que las mantas corraleras, cuentan desde 2014 con Denominación de Origen, que otorga el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial de Chile (Inapi). También tienen el sello Unesco para artesanías de los países del Cono Sur (2012), que la propia Mireya ostenta por una estola religiosa y un tapete (camino de mesa) seleccionados en 2015 y 2016, respectivamente. Es la única chamantera con ese honor."Siempre le tuve amor al telar. Hasta hoy. Me ha dado lindas satisfacciones y eso se lo debo a mi tía", dice con voz suave.Confeccionar un chamanto es una tarea ardua: le toma unos seis meses. Si dedica un día completo al tejido, avanza apenas ocho centímetros.Parte urdiendo; no todas saben hacerlo. "La huincha se teje primero; es de casi cinco metros de largo. Tiene que reposar para que encoja. Después se arma el centro. Y luego se cose lo que forma la boca", explica Mireya, los cabellos rojizos como pelusas, ojos prominentes y la mirada suspicaz de quien lleva sus dolores con discreción.Su tía Guillermina le regaló el primer telar chamantero. "El telar, la paleta, todo". Y Mireya se puso a tejer para otras hasta que se independizó en 2010."Cuando empecé, había muchas más. Ahora son como microempresarias. Las independientes somos como 40. Me entusiasmé en trabajar para ayudar a mi mamá a salir adelante", dice Mireya, que...

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