El contraataque de la calidad
Hace veintiún años, Martin Scorsese sufría una de las grandes humillaciones de su carrera al obligarse a sí mismo a hacer campaña de Oscar para "Pandillas de Nueva York", su malogrado primer filme junto a Leonardo DiCaprio. El culpable de ese fiasco fue el hoy innombrable productor Harvey Weinstein, quien convenció al director de "La última tentación" de dejar los pies en la calle buscando adherentes antes del cierre de las votaciones mientras a sus espaldas movía las fichas para asegurar el triunfo de la ahora casi olvidada "Chicago", una apuesta comercial mucho más oscarizable y que finalmente pagó con creces, ganando esa noche seis premios (incluyendo Mejor Película) mientras un impotente Scorsese -derrumbado en su butaca del Kodak Theatre- trataba de poner su mejor cara mientras el filme mediocre aplastaba al suyo y Weinstein celebraba, feliz e indolente, el triunfo de su plan B. Como le confesó un productor nominado al periodista Peter Biskind, poco después, "lo que maravillaba de todo esto era la capacidad de Harvey para convertir a uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo en un tipo capaz de lavarte el auto para conseguir tu voto". Uf.Me pregunto si ese amargo recuerdo pasará por la cabeza del propio Scorsese esta tarde, camino del Dolby Theatre, donde se apresta a perder otra vez, pero a manos de un competidor mucho más digno, el británico Christopher Nolan y su aparentemente invencible "Oppenheimer". Eso sí, las cosas han cambiado mucho desde ese amargo domingo 23 de marzo, en 2003. De partida, Weinstein lleva años en la cárcel purgando crímenes infinitamente más graves que el de tomar partido por malas películas. Entre las actuales candidatas a Mejor Película no hubo cabida para bodrios como "Chicago"; en realidad, ahora es al revés: se trata de uno de los mejores grupos de nominadas en lo que va del siglo, y quizás en la historia del premio (ver recuadro). Y en cuanto a Marty, que volvió a dejar todo en la cancha promoviendo "Killers of the Flower Moon", ya nadie parece muy preocupado de verlo irse con las manos vacías (acumula nueve nominaciones a Mejor Director, pero un solo triunfo, con "The Departed" en 2007); su estatus como uno de los más grandes de la historia del cine está más que asegurado. Su película y su legado artístico francamente son más importantes que cualquier Oscar que vayan a obtener sus competidores en una ceremonia que, por primera vez en casi una década, promete ser más cinematográfica que política; más enfocada en el desafío de narrar y hechizar al espectador que en agitar banderas y afinar consignas.El Oscar -en cuanto a evento e institución cultural- siempre hace más sentido en la medida que deja de mirarse el ombligo y se acuerda de premiar la excelencia, en vez...
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