El conocimiento de protagonista - Teoría de la Verdad Jurídica - Libros y Revistas - VLEX 1028606473

El conocimiento de protagonista

AutorCarlos Cossio
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Páginas125-152
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Teoría de la verdad jurídica
capítulo V
el conocimiento de protago nista
1.— la controVersia FilosóFic a
Las esencias formales, por ser relaciones, se extienden en principio por
todas las regiones ónticas superponiéndose a las esencias materiales. Esto es
comprensible de suyo en cuanto que las esencias materiales se radican en
los términos relacionados. De aquí el uso válido de la Lógica formal en las
diferentes ciencias.
Pero esta validez del pensamiento lógico en las diferentes regiones
materiales, no es una validez sin más. El uso lógico tiene una vacía validez
para sí mismo en la medida en que gira en torno de la intuición axiomática
de la esencia formal que le concierne como intuición lógica. El uso lógico está
frente al objeto en general y nada más. Pero no bien se ejercita el pensamiento
dentro de una región material, el uso lógico ha pasado del objeto en general a
un concreto objeto material cuya esencia circunscribe su legítimo juego con la
fuerza invencible y apriorística de toda esencia. El uso lógico del pensamiento,
para no quedar en el aire, depende de dos esencias: la propia y la de la región
material en que se mueve, de modo que queda sometido a nuevos axiomas y
a una nueva intuición axiomática, esta vez material.
Los axiomas no son cosas arbitrarias. Ya las condiciones intrasistemáticas
que debe llenar un axioma para ser tal según la logística, se remiten a una pura
intuición formal que, al vericarlas, les da fundamento. Mediante esta intuición
lógica, que alcanza expresión conceptual en el axioma, se enlaza al reino de
los objetos lógicos todo el sistema axiomático que se puede derivar de un
axioma formal y por eso el pensamiento sistemático como mero pensamiento
se mueve allí con incuestionable validez. Pero de la misma manera, cada vez
que queramos hacer valer un sistema de pensamiento dentro de un reino
material de objetos, necesitamos la correspondiente intuición que lo enlace
a este nuevo reino para que aquel sistema axiomático puramente formal no
resulte arbitrario. Se ve en esto que de alguna manera han de concordar los
axiomas formales de la Lógica con los axiomas materiales de la ciencia; y que
el uso válido del pensamiento lógico dentro de una ciencia está circunscrito
a los límites de esa concordancia Esto quiere decir que para que el uso lógico
del intelecto se legitime en el conocimiento cientíco, ha de operar, no sobre el
objeto en general, sino sobre la esencia regional con las restricciones que esta
le imponga. Y en cuanto que los axiomas cientícos fenomenológicamente
son la expresión conceptual de lo que se intuye en una esencia material, ha de
decirse que, en la ciencia, la Lógica necesita, de los axiomas regionales.
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Carlos Cossio
Este paso de la Lógica a las regiones ónticas particulares es lo que Kant
llamó su uso trascendental. La Lógica trascendental está determinada por la
restricción apriorística que impone al pensamiento la esencia del objeto al cual
se dirige. Como Kant decía1, no se ocupa ella del pensamiento puro, sino del
pensamiento empírico de los objetos pero tomados en su experiencia eidética;
por eso ella no trata de las meras posibilidades no contradictorias sino de
las posibilidades reales. Pero en cuanto que el pensamiento lo es siempre
de un objeto y está determinado por el objeto, de modo que el pensamiento
buscará de adecuársele, la Lógica trascendental también está caracterizada
por la diferente naturaleza del acto intelectivo que resulte necesario para esa
adecuación.
Desde este aspecto noético, es evidente que son actos intelectivos muy
diversos el derivar por implicación, el explicar por causación y el comprender
por interpretación, que son los actos gnoseológicos especícos de las ciencias
de objetos ideales, naturales y culturales respectivamente, y sin cuya
consideración jamás podría captarse el uso trascendental de la Lógica.
Pero no es menos evidente que, desde el primer aspecto, del que
noemáticamente concierne al objeto, en las ciencias matemáticas la logicidad
del pensamiento va compenetrada con la cantidad, en tanto que en las ciencias
físicas la logicidad del pensamiento va compenetrada con la fenomenalidad
y la cantidad; y en las ciencias culturales la logicidad del pensamiento va
compenetrada con la valiosidad y la fenomenalidad. En esta forma de enunciar
las cosas, se revela con suma precisión, a la par, la restricción apriorística que
impone al pensamiento, en su uso trascendental, la esencia del objeto al cual
el pensamiento se dirige; y la naturaleza de la intuición axiomática que se le
acopla al pensamiento lógico para enlazarlo a un reino particular de objetos.
El hecho de que la logicidad y la cantidad concuerden en toda su extensión,
no signica una disolución de la Matemática en la Lógica, como es opinión
circulante entre los logísticos; solo signica que el uso del pensamiento
deductivo es válido sin restricciones en la Matemática; pero de poco serviría
como verdad matemática si no se conrmara en la intuición de la cantidad.
En cambio, la concordancia de la logicidad con la fenomenalidad y de la
logicidad con la valiosidad, acusa sendas concordancias parciales entre sí
diferentes por su amplitud y por su sentido, de manera que aquí el uso válido
del pensamiento lógico no puede presentarse como el simple despliegue de
sí mismo.
Concretando estas reexiones y anticipando en esquema lo que después
ha de verse, si tuviéramos que referirnos al puro aspecto lógico-formal de la
logicidad válida en estas tres clases de ciencias, habría de decirse así:
En la Lógica y en la Matemática todos los S son lo que es en todos los S;
de donde resultan el carácter tautológico de sus verdades y la derivación por
implicación con que se procede.
En las ciencias naturales todos los S son lo que es en algunos S, en
cuanto que sobre la base de una observación limitada se enuncia luego con
1 Kant, Critique de la Raison Pure p. 93 (París, 1927, Alcan).

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