Conocimiento y proceso. Otras figuras para volver al sujeto. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56593249

Conocimiento y proceso. Otras figuras para volver al sujeto.

AutorBottinelli W., Alejandra W.
CargoTextos

Conocimiento y proceso: otras figuras para volver al sujeto.

El devenir y las imágenes de avance de la historia.

La seguridad de lo eterno es interior al tiempo cíclico de las sociedades agrarias como constante retorno de lo mismo. Tiempo del no conflicto, de la permanencia, tiempo vivido como perpetuación del ser ya realizado (y vuelto a realizar, como el paso de las estaciones) en consolidadas dimensiones (ya vividas), donde: "El mito es la construcción unitaria del pensamiento que garantiza y organiza todo el orden cósmico" [1].

En los prolegómenos de la modernidad el pasado ha sido absolutizado como el tiempo de la inocencia primera, y el futuro sólo se comprende como "promesa" de superación del "valle de lágrimas" que es la actualidad terrenal (superación que también se expresa como reencuentro de ese origen-sin-mácula perdido).

La instalación en regla de la modernidad se verifica inicialmente en la valoración extrema de esta transitoriedad del presente, con la singularidad de que ahora el tránsito culminará en la trascendencia terrena (hacia sí), secularizada. El presente aparece ahora no como permanente repetición, sino como cambio constante. El ideal del "Carpe Diem" es el ethos instalado: la acentuación del instante en su fugacidad, de aquello que se concluye a cada paso, de una actualidad que se consume a sí misma, que se pierde, en fin, todo lo sólido (que) se desvanece en el aire.

La opción moderna avanzada, integra (no necesariamente en armonía) junto a este concepto evanescente de la actualidad, la aspiración a un futuro de trascendencia terrenal como aspiración teleológica que supone un horizonte ya instalado como 'lo mejor posible' para la sociedad. Pero no es tan simple; la trascendencia no está situada sólo al final del camino. Ahora su trayecto también es expresión de ella. La opción moderna avanzada releva así la idea de progreso constante, como interpretación del devenir histórico y como premisa de la praxis y termina analogando 'máximo progreso' a situación actual. Cada presente es comprendido entonces como el momento de mayor desarrollo y avance de la sociedad humana, superior a todos los momentos anteriores, superior en tanto más cercano a la consecución del telos constitutivo: la 'felicidad universal'.

Las consecuencias fundamentales de esta visión son, por un lado, una valoración del pasado como simple acumulación de hechos hacia el hoy, el que le superaría en la evolución (como un escalón mayor), ello, expresado además en una neutralización de todos los criterios (teóricos) sobre los cuales poder analizar comprensivamente cada momento pasado como coyuntura o período específico; y, por otro lado, una obturación de lo verdaderamente nuevo e inesperado en la historia (ya sabemos a priori a dónde llegar, y hacia dónde vamos inexorablemente), la anulación de la sorpresa.

Es así que la consecuencia primordial evidenciada es la 'presentificación de la realidad', donde el hoy se autonomiza en el devenir histórico y cobra fuerza casi absolutizante, explicando al futuro como su epifenómeno, como su extensión necesaria. El presente se transforma así en la única realidad y la máxima expresión del despliegue de las potencialidades históricas [2]. De esta manera, cualquier disociación, ruptura, con este presente que significase el futuro se encuentra obstruida de antemano.

Esta presentificación es ya la marca de la ruptura con la primera modernidad de Las Luces, donde el hoy era entendido como constante cambio verificado en su capacidad para constituirse en futuro. La instalación en forma de la modernidad capitalista requiere entonces autocentrarse, autojustificarse como realidad total. Dicha absolutización es notoriamente la del presente de la dominación: la eternización de la realidad dada. Comte, ubicado justamente en este tránsito histórico de la burguesia como fuerza revolucionaria a fuerza de resguardo, conservadora del nuevo sistema de poder, fundamenta este discurso en los términos más transparentes: el actual, es un estado natural, necesario, inevitable, expresión de las leyes naturales de "la concentración del poder y la riqueza", cuya actitud social acorde es la de la resignación y la defensa del orden "alcanzado" [3].

Es esta matriz discursiva de la última modernidad la que domina la subjetividad occidental -con lisuras, es cierto- hasta hoy. "En el discurso en la actualidad de fundamentación de lo político, la sociedad es concebida como un estadio o estado definitivo (...) una sociedad móvil pero sin historicidad.(...) el cambio es pura expansión y nunca transformación"[4], dice Moulián aludiendo a la situación actual en Chile.

De esta manera nada "lineal", se dictaminó la muerte del discurso del progreso y la evolución constante de la humanidad como posibilidades infinitas abiertas en el horizonte moderno. Muerte que es la vuelta a la vida del inmovilismo, de la permanencia, del constante pasar de lo mismo, maquillado. Ésta entonces, la verdadera muerte del sujeto: la condena de la historicidad en pos de estructuras eternas y ciegas que se alzan más allá de las voluntades históricas. La victoria del sujeto considerado signo intercambiable dentro de un sistema clausurado, del ser humano como pasajero ocasional del carro de la historia.

La negatividad como perspectiva epistemológica (y premisa) en la interpretación de la praxis.

La pregunta que tienta aquí es la de cómo se sustituye un discurso moderno inicial de autosuficiencia del sujeto cognoscente, dueño de sí y capaz por ello de 'apropiarse' del mundo, por el de un ente 'observador', sólo 'medio' para que ese mundo 'hable' a través de él, cómo ocurre esta sustitución que va desde la revolución a la conservación. Para nosotros lo que deviene, deviene así a partir de las contradicciones intrínsecas al modo de ser moderno.

El sujeto cartesiano puro, es el sujeto de la razón. Aquel sujeto autocentrado, idéntico a sí mismo, que contiene en sí los instrumentos para intervenir la realidad coherentemente, es el sujeto de una premisa básica: la apropiación de la realidad realizada por sujetos 'racionales' será, así mismo, racional en sus fines y en los actos para obtener dichos fines. Esta es la confianza básica de la modernidad. El dominio de la razón es el dominio de lo verdadero sobre lo falso, de la bondad sobre la maldad 'irracional', es decir, la construcción progresiva de la felicidad sobre la tierra.

Pero la realidad no es 'pura' sino en perversa teoría o en niveles de abstracción demasiado elevados para dar frutos cercanos a la práctica. Es así que el sujeto de la Ilustración, como sujeto de los relatos que fundan ya definitivamente el horizonte moderno, no es 'puro', sino evidentemente contradictorio, juegan en él diversas lógicas que se traducirán en diversidad de desvíos y/o acercamientos a este horizonte inicial de la modernidad.

Porque la autopercepción de este sujeto como autonomizado de las fuerzas exteriores que lo dominaron durante siglos, como sujeto 'libre' de ataduras foráneas, que se considera capacitado, por gracia de sus propias fuerzas internas -una de ellas, la razón -, para dominar al mundo, para revolucionario, no existe en el vacío, existe en el seno de una sociedad de 'ciudadanos', donde su discurso, afirmado en la idea de la fraternidad universal, y en la de la necesidad del "contrato social" como garante del conocimiento sobre sí, tiene, en la práctica, como 'sujetos' de dicho 'contrato' a quienes poseen el poder para suscribirlo, que es el poder de la razón. Y este poder, ligado al logos, a la superación de la barbarie supersticiosa, se encuentra claramente sólo en ciertos habitantes de la polis. Ellos, los ciudadanos.

Así como es imposible la exaltación del hombre como "pequeño dios" en una sociedad donde Dios está fuera, por sobre el hombre, tampoco es posible pensarse como "pequeño dios" si antes no se tiene dominio de la propia existencia. Como no es posible el positivismo sin los avances técnicos y metodológicos que permitan el 'dominio de la realidad', tampoco lo es la autonomización del sujeto sin que éste antes se considere 'libre' para decidir sobre su vida, no hay dioses -ni grandes, ni pequeños- cuando no se domina por lo menos en parte, el propio...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR