El conflicto que cambió la Moda - 18 de Marzo de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 498161314

El conflicto que cambió la Moda

La declaración de Paul Poiret fue como un presagio.

Dos meses después, el 28 de julio de 1914, estalló la Primera Guerra Mundial, también llamada la Gran Guerra. Este conflicto centrado en Europa involucró a las grandes potencias del mundo, movilizó a más de 70 millones de militares -incluidos soldados estadounidenses-, y durante su desarrolló murieron más de nueve millones de combatientes, muchos a causa de los avances tecnológicos de la industria armamentística, que hizo estragos contra una infantería usada masiva y temerariamente. La guerra duró cuatro años y produjo cambios drásticos que influyeron en todos los ámbitos de la sociedad, desde la moral hasta la estética. En épocas anteriores ocurrieron otros acontecimientos que habían provocado transformaciones sociales, culturales y económicas en el mundo occidental, como la Revolución Francesa del siglo XVIII y la Revolución Industrial en el siglo XIX, pero la Primera Guerra Mundial -en forma inconsciente y casi como un efecto no deseado- marcó el punto de partida de las libertades y avances por los que las mujeres lucharían en el futuro, y definió nuevas pautas que llevaron a la moda a un escenario más libre y sentó las bases de un estilo más moderno de vestir.

Fue un cable a tierra para la moda, que antes del estallido de la guerra se había vuelto ecléctica, exótica y fantasiosa. A comienzos del decenio de 1910, en París, que se ya había consagrado como la capital de costura, las casas de moda rebosaban creatividad. "En vísperas de aquella catástrofe mundial la moda se había vuelto tan disparatada y variada que podía descartarse por completo la pretensión de ser elegante en todos los aspectos (...) las señoras podían estar al último grito de la moda aunque adoptasen los estilos más diversos", escribía el diseñador de vestuario y fotógrafo británico Cecil Beaton en su libro "El espejo de la moda".

La irónica mirada de Beaton era certera. En este periodo había una inquietud estética ansiosa y presuntuosa. Aún se respiraban los aires de vanguardia y esplendor que partieron a fines del siglo XIX con la aparición de la Belle Époque y que luego fueron alimentados por influencias orientalistas, que llegaron a París con las presentaciones de los ballets rusos en 1909. Esas actuaciones, promovidas por Serguéi Diághilev, alucinaron a la capital francesa con las puestas en escena de obras como Sherezade y Le Dieu Bleu, montajes de claro gusto barroco, que influyeron poderosamente en las artes y especialmente en la...

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