Concede la nacionalidad chilena, por especial gracia, al Padre John Eugene Barber Vanston. - Proyectos de Ley - Iniciativas legislativas - VLEX 914496413

Concede la nacionalidad chilena, por especial gracia, al Padre John Eugene Barber Vanston.

Fecha15 Mayo 2012
Número de Iniciativa8297-17
Fecha de registro15 Mayo 2012
EtapaTramitación terminada Ley N° 20.472 (Diario Oficial del 28/03/2013)
Autor de la iniciativaAraya Guerrero, Pedro, Baltolu Rasera, Nino, Isasi Barbieri, Marta, Jiménez Fuentes, Tucapel, Ojeda Uribe, Sergio, Sepúlveda Orbenes, Alejandra
MateriaBARBER VANSTON, JOHN EUGENE, NACIONALIZACIÓN
Tipo de proyectoProyecto de ley
Cámara Legislativa de OrigenCámara de Diputados,Moción


Concede la nacionalidad chilena, por especial gracia, al Padre John
Eugene Barber Vanston
Boletín
8297-17



La nacionalización por gracia recoge una fructífera e ininterrumpida tradición republicana. A través de ella la Nación distingue a extranjeros ilustres que han efectuado un aporte significativo al país, en los campos de la ciencia, el arte, la cultura; y, en general, que representen un modelo a seguir por las generaciones futuras, por sus virtudes y modo de vida. Considerando lo anterior, quienes suscriben este proyecto consideran que es de completa justicia reconocer el aporte que hecho a la Nación el sacerdote estadounidense Padre John Eugene Barber Vanston Sj., cédula nacional de identidad N° 6.238.716-5. Durante toda su vida el Padre Barber se ha dedicado a trabajar, sin descanso, por el desarrollo de Chile, de su pueblo y de su cultura. Ha promovido la solidaridad y la justicia con los más necesitados, compartiendo durante mucho tiempo buena parte de sus privaciones; ha promovido la cultura chilena, especialmente en su faceta artístico-religiosa, alentando las manifestaciones de fervor popular arraigadas en el norte del país y además, erigiéndose como un modelo a seguir por una vida de virtudes puestas al servicio del prójimo.

El Padre Eugene Barber (Gene, para los cercanos) nació el 14 de mayo de 1932 en la ciudad de Scranton, un pequeño pueblo minero de inmigrantes dedicados a la extracción de carbón, en el Estado de Pensilvania, Estados Unidos. Nacido en un hogar católico, había varios sacerdotes en su familia, fue desde niño muy cercano a las comunidades de vida cristiana de su pueblo. Ya en el colegio, conoció la que sería la orden de su vida: la Compañía de Jesús, desarrollando amistad con varios sacerdotes y maestrillos, lo que lo acercó poco a poco a la realización de la vocación que sentía en su interior: ser sacerdote. Apenas terminó el colegio, y con dieciocho años, fue aceptado en el Noviciado, comenzando su ministerio en un ambiente de estricta formación, en la provincia jesuita de Maryland.

A lo largo de sus años de formación (dos años de Noviciado, dos años de estudios humanísticos o Ju-niorado; tres de Filosofia, tres de Magisterio y cuatro de Teología) comenzó su labor de educador, enseñando latín y literatura inglesa, en su país de origen. También surgió en él el espíritu misionero, que inspiró a San Francisco Javier o a Mateo Ricci y que le impregnó el Concilio Vaticano II. Este espíritu misionero lo llevaría a pedir su traslado a Chile.

En Osorno, la Congregación del Verbo Divino dirigía el Colegio San Mateo, que posteriormente traspasó a la Compañía de Jesús, de multisecular tradición en el -campo de la enseñanza. Como en Chile no había tantos jesuitas para asumir ese desafío, los superiores de la Compañía en Roma determinaron que los jesuitas de la provincia de Maryland se hicieran cargo del Colegio San Mateo. Esa fue la oportunidad para que el deseo del Padre Barber se hiciera realidad. Sólo tuvo que esperar terminar sus estudios para partir. Así, según cuenta él, con un pobre castellano y una gran vocación de servicio, en 1966 el Padre Barber llegó a reforzar al grupo de misioneros jesuitas que llegaron a nuestro país para desarrollar su labor educativa en Osorno.

Después de superar las normales dificultades de adaptación, los jesuitas del San Mateo comenzaron a cosechar logros, entre las que se encuentran la creación en 1967 de un equipo de basquetbol que participó de la Liga Osornina y un programa de reforzamiento para niños de escasos recursos que querían ingresar al Colegio San Mateo en primero medio (los "Programas de Verano"). Adicionalmente, el Padre Barbet. decidió dar rienda a la vocación social que lo llamaba desde su formación y decidió compartir las vivencias del pobre, para lo cual se mudó, junto a otros dos jesuitas a una población osornina en Rahue Alto. Allí, con otro jesuita, pudo

vivir su fe de manera austera, en una casa básica donde una pequeña estufa a leña lo protegía del frío invernal, Allí fomentaron la formación social de los estudiantes, para lo cual se realizaban trabajos sociales y campamentos. Con el paso del tiempo, esos trabajos se convirtieron en obligatorios para los alumnos de tercero medio, como una forma de inculcar la vocación social y la opción por los pobres de la Iglesia. Los alumnos debían visitar un hogar de la ciudad y compartir la experiencia laboral. Lo importante, para el Padre Barbe; era que "salieran del colegio con la inquietud, ese deseo de luchar contra la pobreza, contra la brecha entre ricos y pobres". En esa misma línea es que decidieron abrir el colegio a los pobres, incluso trazando la meta de que la mitad de los alumnos fueran de pocos recursos, a través de becas y un sistema de arancel diferenciado.

Sin duda estas experiencias marcaron el trabajo del Padre Barbe; quien hasta el día de hoy recuerda cómo el tema de la pobreza fue ganando un espacio en sus preocupaciones, entre las que se contaba el construir para no a erradicar, como un paso adelante para quienes vivían en condiciones de extrema pobreza.

El compromiso y las acciones en ayuda de los más pobres hicieron que el Padre pareciera sospechoso después del golpe militar, pese a que durante el gobierno de la Unidad pop-dar en el Colegio se dio a conocer un documento en que se llamaba la atención acerca de la participación excesiva y a veces violenta de los alumnos en cuestiones políticas. Como anécdota el Padre cuenta que cierta vez que repartía sacos de papa donados por un empresario, se ventiló el tumor de que eran armas. Esto no quebrantó en modo alguno su vocación social.

Los dieciséis años que el Padre Barben estuvo en el Colegio San Mateo son recordados con inmenso cariño y agradecimiento por su comunidad. La misma comunidad que el año 2009 lloró la partida de un contemporáneo del Padre Barbe; el Padre Francis J. Kownacki S.J., que también lo acompañó en las experiencias de trabajos de fábrica. Esa misma comunidad osornina fue la que regaló al Padre Barber un homenaje que desea todo educador: la fundación en diciembre del año 2010, de un colegio que lleva su nombre, el Colegio Gene Barber S.J., ubicado en la Población Quilacahuín, y que recibe a niños de primero a cuarto básico provenientes de familias de alta vulnerabilidad social.

La misión del Padre Barber en Chile no termina en Osorno y aún quedarían lugares que conocieran la huella de su misión. En 1983 el Padre es trasladado al otro extremo del país: a Antofagasta, como parte de su deseo de tener un cambio y emprender nuevos desafíos. Así llega al colegio jesuita de la ciudad, el Colegio San Luis, en el que nuevamente su estampa ha quedado grabada hasta nuestros días. Según sus propias palabras, nuevamente la adaptación fue difícil. Era un mundo distinto al del San Mateo. Sin embargo, poco a poco todo se fue facilitando, y nuevamente el Padre Barben fue a la vanguardia de experiencias como las misiones, las comunidades de vida cristiana, los trabajos sociales, los campamentos de trabajo para los cursos mayores, etc. Fue el tiempo en que se crearon los trabajos de fábrica, evolución de los trabajos sociales, y que hasta el día de hoy consisten en la experiencia de vida compartida en la casa de familias de pobladores esforzados, con jornadas laborales como la de cualquier trabajador en faenas productivas. Muchos han conocido así la dureza del trabajo obrero.

El propio Padre señala que "eran años de mucha creatividad, los niños que pasaron por el colegio San Luis en ese tiempo, creo quedaron marcados". Así ha sido, y son varios los sanluisinos que han destacado en la vida pública, y que llevan la impronta de la formación ignaciana que entregaron, entre otros, el Padre Barber.

Junto a su labor educadora en el San Luis, el padre se relacionó con la comunidad de Mejillones, donde ejerció sus actividades...

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