El clan de los cines - 13 de Mayo de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 679013841

El clan de los cines

Fue en esa misma época que Salinas tuvo una hija, que se casó con Ananías Martínez. En poco tiempo, él aprendió todo sobre el negocio de su suegro y en 1966 abrió su primer cine en La Cisterna. Lo bautizó Europa y toda la familia -niños incluidos- ayudaba a mantenerlo: desde limpiar los baños hasta cortar las entradas. Pronto, Ananías abrió cinco salas más en Santiago, comenzando así el imperio de la actual familia chilena más importante en el negocio de las salas de cine comerciales en el país.

Después de inaugurar más de 25 cines, sobrevivir a los videoclubes, a la televisión por cable y al streaming, en 2018 -cuenta Sebastián Martínez, el último heredero del clan-, la familia prepara la apertura de ocho salas en la Región Metropolitana, Linares, Antofagasta y Talca. Además, con una inversión de unos 20 millones de dólares, los planes son entrar al mercado latinoamericano, comenzando en Perú.

-Somos la única familia nacional con una cadena en la industria del cine -dice Sebastián-. Aún queda algún chileno que de vez en cuando da películas en un cine antiguo en regiones, pero lo hacen esporádicamente y no son cadenas. Para las compañías de distribución, nosotros somos los únicos del país en el negocio.

El bueno, el malo y el feo

Un joven y rudo Clint Eastwood disparaba su pistola por oro, y eso era sinónimo de éxito en el Santiago de los años 60. Ananías Martínez disfrutaba viendo su género favorito, el western, en su propia pantalla del cine Europa en La Cisterna. Aunque su vida estaba en su campo cerca de Paine, comenzó en el mercado cinematográfico luego de casarse con Silvia Salinas en 1953. Su suegro, Enrique Salinas, se había dedicado por más de 25 años al rubro. Antes de cerrar su último cine en 1965, Enrique le enseñó todo lo que sabía del negocio a su yerno. Y Ananías Martínez aprendió rápido: logró abrir cinco salas en Santiago en las que mostró El bueno, el malo y el feo: el cine Moderno en el paradero 18 de Gran Avenida, Palace Ovalle en Santa Rosa, La Palmilla en Conchalí, y los cines Lautaro y Gran Avenida en San Miguel.

-Mi papá partió en esto cuando yo tenía 12, 13 años. Vivíamos en el sur y nos trasladamos a Santiago para que él tomara un cine en sociedad con el hermano de mi mamá -recuerda Enrique Martínez, de 62 años y tercera generación del clan-. A mí me mandaban a hacer aseo en los baños, cortar tickets en la puerta, poner la propaganda, todo.

Con los años, él se convirtió en el encargado de la proyección de las...

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