CINCO DÍAS BEBIENDO EN BUENOS AIRES - 3 de Julio de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 644323077

CINCO DÍAS BEBIENDO EN BUENOS AIRES

Por lo tanto, antes de que la formulen otros, la primera pregunta la hago yo: ¿Cómo hacer para salir de los básicos? Días atrás llegó la posibilidad de una respuesta. En el mes en que escribo este texto se hace el Buenos Aires Cóctel, un evento de seis días donde los mejores bartenders del país encabezan diversas actividades -cursos, catas, charlas- con un único fin: incentivar a los porteños a abandonar sus zonas de comodidad -espaciales, pero también gustativas- y pasar por algunos de los cuarenta mejores bares de tragos que hay en la ciudad.

La propuesta es atractiva y oportuna. Así que miré la agenda de eventos en la web -había unos cinco por día-, pedí asesoramiento a los organizadores, y me quedé con cuatro en total. Porque menos es más, y porque mis obligaciones cotidianas solo pueden resolverse con un bajo nivel de alcohol en la sangre.

Empiezo un lunes, como si fuera un trabajo.

La primera actividad es al anochecer en Verne, un bar de Palermo comandado por Federico Cuco Lorenzoni, maestro de muchos de los mejores bartenders de la Argentina. Verne tiene una narrativa propia. Está ambientado a modo de homenaje y recreación de la literatura de Julio Verne -sillones Chesterfield, algún retrato antiguo, lámparas art deco- y tiene como centro estético una barra gobernada por los tentáculos negros, pintados en la pared, de un calamar gigante: el Kraken, que amenazaba al Nautilus en el libro 20 mil leguas de viaje submarino.

Conozco esta barra. El año pasado me juntaba acá con dos amigos para hablar de "la crisis", así, en sentido amplio: la crisis del país -la transición política del kirchnerismo al macrismo nos había dejado extenuados- y nuestras crisis personales, ya que los tres estábamos con el alma abollada. En ese entonces, mi amigo Diego pedía whisky y con mi amiga Agustina pedíamos vino tinto. Todo un despropósito, teniendo en cuenta que la carta de tragos de Verne es -lo sé ahora- lúdica y exquisita. Por un lado está la propuesta "La vuelta al mundo en ocho cócteles", que sugiere un recorrido por los principales puertos donde desembarcan Phileas Fogg y Passepartout en su vuelta al mundo en 80 días. Y por otro, están los "tragos del fin del mundo", en honor a una novela -El faro del fin del mundo-, donde Verne menciona el punto de unión entre los océanos Atlántico y Pacífico. En este apartado se rinde homenaje a la coctelería argentina y las bebidas incluyen insumos como el Pineral y la Hesperidina, vinculados a las olas de inmigrantes europeos que llegaron al país a principios del siglo XX.

-Hacia 1850 se consumía caxaça, ron, vermouth, bebidas fortificantes para energizar a los trabajadores -dice Cuco al comenzar el encuentro-. Recién en 1915 aparecen los primeros cócteles que respondían a un recetario argentino. Y las décadas del 50 y el 70 fueron la época de oro, a tal punto que el libro de Doña Petrona, la madre de todas las cocineras del país, tenía dos páginas con recetas de cócteles.

Cuco habla con los pulgares calzados detrás de los breteles del delantal. Frente a él, veinte personas selectas -setenta quedaron afuera- toman nota de la infinidad de datos que el maestro suelta por segundo. Cuco dice que en el libro de Doña Petrona había tragos que todavía hoy se sirven: el San Martín, el Negroni, el Firpo (hecho para el...

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