Los chilenos que sobrevivieron a la peor tragedia del Everest - 17 de Abril de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 632656905

Los chilenos que sobrevivieron a la peor tragedia del Everest

A las 11:56 horas del sábado 25 de abril de 2015, el mismo día en que el montañista chileno Rodrigo Lara Fernández cumplía 46 años, un terremoto 7,8 en la escala de Richter destruyó Nepal y dejó más de ocho mil muertos. El epicentro se localizó 81 kilómetros al noroeste de la capital Katmandú, específicamente en el distrito de Lamjung, muy cerca del monte Everest, donde unos segundos más tarde se desencadenaría una avalancha que arrasó por completo el Campo Base y que terminaría siendo la peor tragedia en la historia de esa montaña: hubo 22 muertos y 61 heridos.

Ese sábado de abril el cielo había estado tan cubierto que apenas se divisaban los cerros cercanos. Ni siquiera se alcanzaba a ver la imponente cumbre del Everest, que estaba prácticamente encima. Por eso, la enorme nube blanca que apareció de pronto frente a ellos, precedida de un ruido furibundo y aterrador, los pilló absolutamente por sorpresa.

"Apenas alcanzamos a reaccionar. Estaba todo blanco", recuerda Lara. "Solo cuando el viento comenzó a disiparse vimos que teníamos 10 o 15 centímetros de nieve en la ropa. Entonces nos miramos, nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Era el llanto de sentir que aquí había ocurrido una hecatombe, y que nos habíamos salvado".

Rodrigo Lara llegó al Campo Base del Everest el 20 de abril de 2015, es decir, cinco días antes del terremoto, junto a sus compañeros Ernesto Olivares (51) y Fernando Bórquez (29). Los tres perseguían un objetivo que, por esos días, algunos medios de prensa calificaron como "la expedición más ambiciosa de la historia del alpinismo chileno": subir el monte Everest y su vecino Lhotse en solo 72 horas, de cumbre a cumbre. Es decir, conquistar dos ochomiles en una sola temporada y en tiempo récord.

Para Lara y Bórquez (este último, camarógrafo de la expedición) era la primera vez en los Himalaya, no así para Olivares, quien ya tenía cuatro ochomiles en el cuerpo: el Everest (en dos oportunidades), el Lhotse, el Makalu y el Nanga Parbat. Sin embargo, la preparación de todos había sido fuerte: llevaban al menos dos años de entrenamiento, que habían combinado con ascensiones previas a las mayores cumbres de Sudamérica, como el Aconcagua y el volcán Ojos del Salado.

"Como desafío deportivo era súper fuerte, porque estar y permanecer a más de ocho mil metros es muy duro", cuenta hoy Lara, sentado junto a Olivares en las oficinas de Más Consultores, su empresa de recursos humanos. Lara y Olivares se conocieron en 2013, cuando este último fue su guía durante una ascensión al Ojos del Salado. Entonces se hicieron amigos, se unieron en Sirdar -empresa que organiza expediciones de montaña-, comenzaron a subir más cerros juntos y, finalmente, se propusieron este desafío mayor en los Himalaya.

Un reto que, pese a su experiencia, para Ernesto Olivares también era importante. "Para mí este es un viaje muy preciado. Cada vez que voy a los Himalaya vuelvo con las pilas recargadas", asegura Olivares. "La...

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