Chilenos Basura Cero - 18 de Agosto de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 736955141

Chilenos Basura Cero

-¿Te imaginas si viviéramos sin generar basura?-¿Y qué vamos a comer? ¿Aire? -le contestó él.-Es cosa de que pensemos qué podemos comprar que no genere basura. En vez de encargar una pizza, podemos hacer la masa y prepararla en la casa.-Si tú te encargas, yo te apoyo -sentenció el marido.Ella lo asumió como un reto e inició un blog en el que subió la foto que se tomó rodeada de todos esos desperdicios reciclables. Y escribió: "Decidí plantearme un desafío que quiero compartir: disminuir al mínimo la producción de desechos de mi familia y míos".-Sentí que llevar un blog me iba a obligar a buscar soluciones -dice Camila, sosteniendo una taza de té en su casa en Ñuñoa-. Fue algo intuitivo: entendía que la basura no era el camino.Camila entonces no sabía que estaba siguiendo una tendencia mundial llamada Zero Waste: llevar un estilo de vida cero residuos y cuya precursora es la francesa Bea Johnson -quien en 2008 abrió su blog Zero Waste Home, que más tarde se transformó en un best seller-, con las acciones que le permitieron vivir con menos y reducir considerablemente la huella de carbono de ella y su familia, compuesta por cuatro personas. Eso era lo mismo que aspiraba Camila: menos consumo, más sustentabilidad, teniendo en cuenta que en Chile cada persona genera 456 kilos de basura al año. De alguna forma, ella ya venía moviéndose en esa dirección desde que nació su hija en 2011: aprendió a cocinar para así reducir la cantidad de comida preparada que compraba, cultivó vegetales comestibles en maceteros y empezó a trasladarse en bicicleta. Era el momento de dar un paso más.Lo primero fue tomar el control de la cocina, donde se generaban más desechos. Se propuso cocinar todas las comidas, incluidas las colaciones escolares de su hija de 7 años: en vez de galletitas envasadas, ella las hornearía en casa. En vez de salsas de tomates preparadas, las elaboraría para el año completo con los tomates de temporada. Empezó a ir a La Vega una vez por semana en metro, y a regresar cargada con varios kilos de vegetales, porque a medida que avanzaba en su desafío fue dejando la carne y volviéndose vegana. Compraba a granel el arroz, las legumbres y las pastas, cuidando de investigar cómo se producían, prefiriendo la producción local y responsable con el medioambiente.-Fue un proceso lento y tuve muchas frustraciones. Al principio fui muy nazi: quería hacerlo bien y que todos me siguieran. Le hacía la guerra al plástico y me molestaba si mi mamá quería regalarme un queque envuelto en papel film -cuenta.Si hacían un carrete en su casa, los amigos tenían que traer cerveza en envases de vidrio, porque no se aceptaban latas. Si con su marido se le antojaba comer sushi, ella partía a comprarlo provista de un tupper para que ahí le depositaran los rolls. Lo mismo cuando querían comprar papas fritas en el Teclados, un local de la Plaza Ñuñoa, cerca de su casa.-Partía con una fuente de greda y les pedía que me echaran ahí las papas. La primera vez que fui, la mujer que me atendió no entendía nada y atraje la atención de todos los clientes: tuve que dar explicaciones sobre por qué rechazaba el envase de plumavit y, en cambio, quería llevármelas en...

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