Lo que Chile y el mundo aprendieron del terremoto y maremoto de Japón de 2011 - 11 de Marzo de 2021 - El Mercurio - Noticias - VLEX 862182334

Lo que Chile y el mundo aprendieron del terremoto y maremoto de Japón de 2011

Siempre hay que estar preparados para enfrentar lo peor. Esa fue la principal enseñanza de la megacastástrofe que impactó a Fukushima y a otras dos prefecturas de Japón el 11 de marzo de 2011 en la forma de un terremoto magnitud 9,1 -el cuarto más grande de la historia- y un devastador maremoto, que cobraron la vida de casi 15.900 personas, a las que se suman 2.556 desaparecidos.Aunque es el país más avanzado del mundo en monitoreos sísmicos y de tsunamis, de todas formas tuvo serios problemas. "En realidad nosotros creemos que conocemos cómo funciona la Tierra y que podemos hacer pronósticos para el futuro, pero todavía nos queda mucho por saber. Cada terremoto nos entrega sorpresas y por eso estamos aprendiendo continuamente", admite el sismólogo Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional de la U. de Chile.Muros y compuertas"La gran sorpresa es que para esa misma zona se esperaba que ocurriera un terremoto 7,7 a 8,2 para los próximos 30 años, no que fuese del tremendo tamaño que tuvo", comenta."Una cosa es para lo que estaban preparados y otra distinta fue con lo que se encontraron", complementa el ingeniero de la U. Católica Rodrigo Cienfuegos, director del Centro Nacional para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (Cigiden).Japón fue una víctima indirecta del terremoto y maremoto de 1960 de Chile porque las olas cruzaron el Pacífico y llegaron hasta sus costas provocando daños y muertes. "Por ello comenzaron un programa súper fuerte para prepararse contra los tsunamis, que incluía obras duras de mitigación como muros y compuertas en estuarios y desembocaduras de ríos", destaca Cienfuegos. Además, contaban con sistemas de alerta e instrumentación muy adelantados.Pero todos esos avances los habían realizado teniendo como referencia terremotos y tsunamis de menor magnitud, que ocurren cada cincuenta o cien años. "No se habían hecho la pregunta o habían desestimado la posibilidad de que hubiera un evento que los superara", agrega.A eso se suma que la información que llegó en un primer momento de los sensores GPS localizados en la costa era ambigua y se creyó que la magnitud del terremoto y del maremoto resultante eran menores.Una red recién estrenada de boyas que registraban cambios abruptos en el nivel del mar fue la que ayudó a generar una real idea de lo que venía, pero la subestimación inicial tuvo un costo alto en vidas e infraestructura, ya...

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