Cerrar el capítulo - 9 de Junio de 2023 - El Mercurio - Noticias - VLEX 934142931

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El miércoles empezó un nuevo capítulo de nuestro sinuoso momento constitucional. Ya se ha dicho que José Antonio Kast tiene incentivos para cerrar esto con una Constitución aprobada con buena mayoría. Eso lo convertiría en el redentor del embrollo en que estamos y lo dejaría listo para la presidencia. En la práctica, esto implicaría que al borrador entregado por los expertos solo se le hagan cambios que no arriesguen el apoyo transversal del que ya goza: "Nosotros sí creemos en las instituciones, en los acuerdos y en los expertos", podría decir el estribillo.La factibilidad de esto depende de la capacidad de Kast de cuadrar a sus huestes. Esta no es la Lista del Pueblo; acá hay un partido propiamente tal, no un salpicado de activistas sin programa, y pensaría que a los republicanos les importa más gobernar que escribir una Constitución. Sin embargo, es difícil renunciar al lápiz constituyente cuando lo tienes en la mano, más si antes te humillaron cada vez que abriste la boca.Tal vez la pregunta de fondo sea para qué fueron elegidos estos representantes: ¿para dejar su impronta en el texto constitucional o más bien para cerrar de una vez esta etapa? Una ojeada a su franja electoral sugeriría que en realidad fue para resolver la crisis de seguridad, algo que escapa de sus competencias (aun cuando es ingenuo creer que lo que pase con el Gobierno y el Congreso será independiente de la negociación constitucional).Fuera de eso, la respuesta no es obvia. La extraordinaria votación republicana no viene de una masa ultraconservadora que vivía oculta hasta que la obligaron a votar. En ella conviven grupos conservadores que probablemente querrían mantener todo tal cual era, con personas moderadas y muchos desinteresados en política que vieron ahí un grupo sin fracasos a su haber, y cuyo discurso ante la seguridad les pareció más creíble. Según la CEP de 2022, entre los que votaron o habrían votado por Kast en la primera vuelta, un tercio se consideraba de centro y un cuarto decía no tener ideología; incluso, el 5% se decía de izquierda. El voto obligatorio trajo a las urnas a gente que mira la política muy de lejos: no le interesa, no se informa y, en general, detesta a los políticos. Así las cosas, su compromiso ideológico es débil: están dispuestos a cruzar veredas rápido para castigar a un incumbente que rompe sus expectativas.Lo que sí parece claro es que Chile está aburrido de este proceso y quiere cerrarlo ya (o nunca). Queremos que ello ocurra...

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