La catedral de París - 21 de Abril de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 779073057

La catedral de París

¿Qué se quemaba mientras se quemaba, el lunes por la tarde, Notre Dame de París? ¿Qué catástrofe monumental vislumbrábamos mientras temíamos que se viniera abajo el templo católico más simbólico de Europa? ¿Qué resorte oculto de nuestras vidas se esconde en esa catedral gótica cuya construcción comenzó hace más de ocho siglos y que ha sobrevivido, impertérrita, a guerras y revoluciones?No resulta fácil responder estas preguntas, pues cada una de ellas toca fibras muy íntimas de Occidente. La cantidad de reacciones -y donaciones- lo confirmó: el incendio no dejó indiferente a nadie, no podía dejar indiferente a nadie. De algún modo, las llamas y la aguja caída nos recordaron que hay un pasado que nos antecede, del que somos deudores y que constituye nuestra identidad, aunque no tengamos mayor conciencia de él. Se trata de datos elementales, pero que el mundo contemporáneo tiende a olvidar con facilidad. Estamos tan obsesionados con las ideas de futuro, progreso y autonomía individual, que dejamos de comprender cuán profundo e irrenunciable es nuestro vínculo con el pasado.En ese sentido, el incendio fue una especie de alerta: por más seguro que lo consideremos, el pasado también puede perderse. La herencia que recibimos de nuestros ancestros solo permanece allí donde es cultivada y preservada por los vivos.El pasado no muere con el paso del tiempo, sino que muere cuando los vivos dejamos de incorporarlo a nuestro presente. Después de todo, la historia está plagada de magníficas civilizaciones que han perecido sin más, y que hoy solo nos interesan como arqueología. Por allí pasa, intuyo, el fantasma que nos acechó el lunes: ¿seguiríamos siendo los mismos si la catedral de París se esfumara? ¿Podríamos continuar nuestro camino si ese pasado simplemente se desvaneciera?Europa enfrenta hoy el desafío colosal que plantean estas interrogantes. Hasta ahora, el Viejo Continente ha intentado convertirse en un mercado abierto, regulado por normas jurídicas puramente formales, renunciando explícitamente a cualquier vínculo con su historia. Ejemplo de aquello fue la exclusión de toda mención a las raíces cristianas de Europa en el proyecto de Constitución de 2005. Los mismos billetes que circulan en el espacio común también lo demuestran: en ellos no hay monumentos ni personajes señeros, ni alusión alguna a la historia. Solo hay figuras abstractas y desencarnadas, que no remiten al pasado compartido. Pero, ¿cómo construir futuro sin referirse a Erasmo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR