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Carta dirigida al doctor Antonio Berenguer y Sed, sobre la obra del doctor Mariano Aramburo y Machado, titulada: 'Filosofía del Derecho', de 12 de mayo de 1925

AutorPablo Desvernine y Galdós
Páginas519-539
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Carta dirigida al doctor Antonio Berenguer y Sed por el doctor
Pablo Desvernine y Galdós, sobre la obra del doctor Mariano
Aramburo y Machado, titulada: “Filosofía del Derecho”*
Habana, Mayo 12, de 1925
Dr. Antonio Berenguer
Mi querido amigo:
Mucho gusto he tenido en recibir su carta y con el mismo gusto paso a contes-
tarla en los términos que usted desea. Crea que mucho me ha complacido la aten-
ción que prestó usted a la recomendación sincera que le hice de la obra que sobre
Filosofía del Derecho acaba de publicar el doctor Mariano Aramburo, dado que me
dice usted que, en vista de esa recomendación mía, adquirió el libro y lo ha leído,
jándose en las observaciones que le apunté cuando del libro le hablé y a que se
reere usted, con el memoria, en su carta. Voy pues, a corresponder a su deseo,
* Folleto editado en La Habana p or la Imprenta Plácido 27, 1925. La edición incluye
una nota de Antonio B erenguer y Sed en la que s e consigna lo siguie nte: “Con la
autorización de su autor, mi querido amigo el Dr. Pablo Desvernine, he querido
publicar, en folleto aparte, la ca rta que sobre la obra del Dr. Mar iano Arambur o
y Machado, titulada: Filosof ía del Derecho, mi di rigió mi amigo e n contestación
a otra más que sobre el me ncionado libro le había di rigido yo. Dicha carta del Dr.
Desvernine f ue publicada en los números del Diario de la M arina correspondie ntes
a los días 17, 18, 19 y 20 del corriente mes, con la na complacencia que c aracteriza
a su Director, señor José I. Rivero; pero e s el caso que como lo que se escribe en los
periódicos se lo lleva la cor riente del tiempo y se hace difíc il después encontrar de
nuevo en los mismos lo que se ha publicado, he prefer ido, por la importanci a del
libro del señor Aramb uro y por la hermosa carta del D r. Desvernine, dirigida a mí,
dar a la publicidad ambo s trabajos literarios para q ue sean generalmente conoc idos
por los hombres que se dedica n al estudio de materias ta n interesantes como las de
que se tratan y dar con e llo una prueba particu lar de reconocimiento a l querido Dr.
Desvernine, Maest ro de casi todos los que comienza n la vida del Derecho y que for-
man una nueva generac ión que con estos estudios han de dars e méritos y al mismo
tiempo ayudar, inspir ados en estas lecturas, al eng randecimiento de la Patria”.
Anexos
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diciéndole a renglón seguido mis impresiones sobre ese trabajo verdaderamente
valioso.
La obra, Filosofía del Derecho, del doctor Aramburo, tiene, a mi juicio, medida
tal de importancia, que no me parece que exageraría diciéndole que es algo así como
un acontecimiento acaecido en nuestro país. Es realmente insólito un trabajo de esa
índole, de esa extensión y de esa indudable profundidad, en un ambiente, como el
nuestro, que tan raras veces ha sido oreado por corrientes de reexión y de ciencia
tales como las de la obra mencionada y ha de ser honroso para Cuba que se vea que
no toda su actividad intelectual ha de estar consagrada a innumerables cuestiones
subalternas, de política menuda que, por lo común, baja hasta rasar la tierra sin que,
a no ser en pocas ocasiones, se eleven un tanto sobre ese nivel tan mediocre.
Sobre el contenido de la obra misma, he de decirle que el Pero Grullo francés,
el célebre feu Monsieur de la Palisse (el difunto señor de la Palisse) decía, con genial
penetración, que era siempre preciso empezar por el principio y que para hacer una
cosa era también menester saber antes cómo debe hacerse. Bien fecundo hubiera
sido para el humano mejoramiento que se observaran puntualmente estas máximas
que han sido, sin embargo, tantas y tantas veces olvidadas. En materia de Derecho,
por ejemplo, lo esencial es empezar por el principio que es su Filosofía y, para es-
tablecerlo con acierto, debe previamente conocerse su teoría, ya que toda práctica
no puede ser otra cosa que la aplicación de una teoría de antemano conocida. Nada
hay más funesto al verdadero estudio del Derecho, que el desprecio a sus principios
losócos y la reducción de ese estudio a una común rutina en el terreno de la ca-
suística más concreta, puesto que lo preciso es remontarse siempre a los principios
que, en sus aplicaciones, constituyen el cuerpo general del Derecho. El Derecho en
sí es de orden que, como ha dicho un gran escritor, está fundado en los atributos
constantes de la naturaleza humana y en los conceptos generales del mundo so-
cial, teniendo por objeto la distinción entre lo justo y lo injusto sin consideración
de época o lugar. No es posible reducir la ciencia jurídica a la categoría de que es
una obra concretamente humana, producto de los hechos históricos apreciados por
un sistema de tanteo experimental, sino que es preciso empezar por sus primeros
principios, por su losofía, esto es, por lo que determinan esos primeros y más fun-
damentales principios, a la manera en que lo hace el derecho natural, o apriorístico,
o racional, o innato, o como quiera llamarse, en el terreno de las ideas puras con
independencia de lo material y contingente. Se equivocan grandemente, a mi modo
de pensar en esta materia, los que quieren dejar a un lado la idea de la justicia pura,
tal como nos la revelan la razón y nuestra naturaleza, para atenerse tan sólo a lo
histórico y material. En algo parecido se inspiraban los que, como recuerda Taine en
el tomo II del Régimen Moderno de su obra Orígenes de la Francia Contemporánea, no
ofrecían al estudiante invitación o provecho alguno en estudios que fueran más allá
del programa, programa en el que no se encuentran “más que los textos ociales ex-
plicados al detalle, uno a uno, y armonizados, ya bien o mal, mediante distinciones
e interpretaciones, a n de facilitar la solución convenida en los casos ordinarios y la

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