Un carnaval propio en un parque de Orlando
- !Ustedes son el show de esta noche¡Apenas pasaba de las siete y media de la tarde cuando se dio la señal para que nuestro carro alegórico saliera a escena. Tras una breve capacitación, aquel atardecer, de acuerdo al anfitrión, los "visitantes" al parque temático Universal Orlando Resort , en Florida, éramos la atracción.Figurábamos de pie al otro lado de la baranda de una carroza de dos pisos, iluminada y decorada con cotillón verde, morado y amarillo, los colores de la puesta en escena de esta versión floridense de Mardi Gras, el carnaval de música, comida y baile que cada año se realiza en Nueva Orleans, en el estado de Louisiana.Se trataba de la adaptación familiar de Universal para una de las fiestas más populares de Estados Unidos, que nos permitía navegar en altura por las callecitas de la ciudad-estudio de cine. Todos novatos en el asunto de los carnavales, nos abríamos paso felices, mientras recibíamos la atención de los otros visitantes de a pie, que a esta hora daban la espalda a las atracciones permanentes del parque, para capturar con las cámaras de su celular el espectáculo que tenían al frente.También éramos gente de paso, pero para este juego en particular vestíamos capas largas, sin mangas, livianas y amarillas, recortadas con la forma de la armadura de un gladiador. Algunos, entusiastas y más preparados, llevaban pequeñas lentejuelas pegadas en los alrededores de los párpados. Pero la mayoría estábamos aquí improvisando los movimientos. Salvo Thiago Calil, un brasileño de hombros anchos y deleite desbordado, que se robaba la atención. Ajeno al rock & roll de nuestro escenario móvil, cantaba, a su ritmo, sus propias canciones en portugués, dando golpecitos en la baranda, como en su personal versión de otro carnaval.-Siento que la vida está de vuelta -me dijo Calil después.Entendí mejor a qué se refería cuando me contó que integraba una de las escuelas de samba que participan en el carnaval de Sao Paulo. Cancelado este evento el último año, esta versión de "Mardi Gras" lo tenía así, resucitado. Su corazón latía como en el sambódromo.Calil, entonces, empezó a hacer lo que nos había encomendado el anfitrión: arrojar collares coloridos de perlas de fantasía a los paseantes que estaban abajo. Todos lo seguimos.Nos habían explicado que era parte de la tradición de Mardi Gras. Parecía un ejercicio sencillo, pero debíamos hacerlo con la destreza y exactitud de un lanzador de jabalina. Había que cuidarse de no dirigirlos a la cara del público para no lastimar a nadie.-¿Hay alguno aquí nervioso por desfilar? -había gritado el anfitrión también, justo antes de que nos subiéramos al vehículo. Ni Calil ni nadie respondió.Fantasía versus realidadEn Orlando, los parques de...
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