la cárcel más peligrosa de Bolivia - 7 de Abril de 2018 - El Mercurio - Noticias - VLEX 707801657

la cárcel más peligrosa de Bolivia

Lo primeroque suena por los parlantes del Arena Monticello es la voz del reggaetonero Don Omar, cantando un hit de 2005: "Aunque digan que soy un bandolero donde voy, le doy gracias a Dios por hoy estar donde estoy...".

El recinto se oscurece y decenas de luces cenitales parpadean al ritmo de la canción. La gente se para, aplaude y silba. Una bandera chilena se despliega a lo largo de una enorme pantalla LED y delante de ella aparece Carolina Rodríguez Solorza, de rojo brillante. Tiene 34 años, pesa 55 kilos y medio, viste un peto que lleva estampado el logo de su marca KR (por Krespa) y un short con el nombre de su hija.

Abre los brazos como Cristo en la cruz, luego los levanta al cielo y comienza a tirar combos al aire. Camina y golpea. Un equipo de 10 personas la sigue detrás. Del piso salen llamas de fuego y Don Omar sigue cantando: "Y voy a seguir con mi tumbao y con los ojos coloraos, con mis gatos activao, ustedes to me lo han dao...".

Carolina ha ganado 15 peleas, no tiene derrotas y es doble campeona mundial. La de hoy es la número 16, un combate en el que debe enfrentar a la venezolana Carolina Álvarez, de 40 años, a quien apodan "La Fiera". La Crespa celebra su retorno al boxeo después de dos años y medio sin pelear, luego del nacimiento de su hija. Se ha preparado durante los últimos ocho meses para este día y ha bajado más de 15 kilos. La pelea es un apronte de lo que vendrá en algunos meses más, cuando deba defender su título mundial.

La canción "Bandoleros" se ha convertido en un himno para ella. Suena cada vez que se sube a un ring, desde su debut. En la letra, Don Omar cuenta su historia cuando fue arrestado al interior de una Hummer, con marihuana y una pistola con el número de serie borrado. "Su único delito fue tener talento", es la frase del tema que más la inspira y que se ha convertido en su lema de vida.

Una especie de mantra que esconde un mensaje subliminal.

Se suponía que sería un Año Nuevo diferente. Eran las 23:30 del 31 de diciembre de 2007 y Carolina Rodríguez, de entonces 24 años y peleadora de kick boxing, hacía la fila para ingresar al counter de migraciones del aeropuerto Viru Viru, de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Junto a ella iba otra chilena, a quien había conocido un par de días antes, cuando un amigo en común las había presentado en aquella ciudad.

Según el parte de su detención, y al cual tuvo acceso "Sábado", Carolina y su amiga viajaban esa noche a Europa y pasarían las doce en el aire rumbo a Madrid, quizá tomando champaña y comiendo snacks. Pero apenas el policía de migraciones selló sus pasaportes, un grupo de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico, conocidos por la sigla FELCN, las esperaba en la entrada del área de preembarque.

El documento dice que ambas ingresaron a una sala especial donde los policías tomaban sus interrogatorios. Allí, alejadas del resto de los pasajeros, las esperaba una azafata de Aerosur, la aerolínea del vuelo 747 que pretendían abordar, y otros dos funcionarios más. Las entrevistaron por separado y sus versiones sobre el viaje no coincidieron: "Entraron en una serie de contradicciones, denotando además bastante nerviosismo", diría el parte que horas más tarde redactarían los funcionarios. También detalla lo que Crespa escuchó en esa pieza.

-Sospechamos que están en posesión de sustancias controladas -le lanzó un policía.

Carolina y su amiga negaron la acusación. Entonces, una mujer se puso unos guantes y comenzó a revisar sus equipajes y toqueteó sus cuerpos, hasta que halló unos bultos entre las vestimentas que traían puestas. El documento policial dice que adosado a su cuerpo con cinta adhesiva, Carolina Rodríguez llevaba cuatro tablillas pegadas a sus muslos y abdomen, como si fuera una segunda piel. La funcionaria que las encontró abrió una delante de ellas y la olió. La prueba de campo confirmó las sospechas: 3 kilos y 756 gramos de cocaína. La otra chilena portaba casi la misma cantidad.

Aquella noche, cuando se suponía que los controles serían más laxos, la Crespa se había convertido en una "mula", como se les dice en Bolivia a las personas que trasportan drogas en su cuerpo, uno de los delitos más comunes de Santa Cruz. Había tenido suerte de que no le tocara ser "tragona", que es otra de las formas habituales de sacar la cocaína desde Bolivia. En Europa, cada kilo que llevaba podía comercializarse en 30 mil dólares. Carolina transportaba adosado a su cuerpo cerca de 67 millones de pesos, pero a ella solo le correspondía una comisión menor. Casi siempre pagada contra entrega. Según el parte de la policía, en sus bolsillos llevaba 375 dólares que debía usar al momento de arribar a Madrid.

Ambas detenidas fueron trasladadas a los calabozos...

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