Capítulo XLVIII: (In)decencia: la encrucijada entre la esclavitud y la libertad en el ejercicio de los trabajos sexuales - Tratado de los grupos vulnerables, políticas públicas y corrupción de funcionarios - Libros y Revistas - VLEX 980624558

Capítulo XLVIII: (In)decencia: la encrucijada entre la esclavitud y la libertad en el ejercicio de los trabajos sexuales

AutorSeyedeh Sougand Hessamzadeh Villamagua / Gustavo Marcelo Silva Cajas
Cargo del AutorUniversidad de Otavalo, Ecuador. Universidad Pablo de Olavide, España / Universidad de Otavalo, Ecuador. Universidad de Sevilla, España
Páginas711-732
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TRATADO DE LOS GRUPOS VULNERABLES,POLÍTICAS PÚBLICAS Y CORRUPCIÓN DE FUNCIONARIOS
CAPÍTULO XLVIII
(IN)DECENCIA: LA ENCRUCIJADA ENTRE LA
ESCLAVITUD Y LA LIBERTAD EN EL
EJERCICIO DE LOS TRABAJOS SEXUALES
SEYEDEH SOUGAND HESSAMZADEH VILLAMAGUA*
GUSTAVO MARCELO SILVA CAJAS**
Escribo desde la fealdad y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas
(…) todas las excluidas del gran mercado de la buena chica (…) porque el ideal
de la mujer blanca, seductora, que nos ponen delante de los ojos es posi ble
incluso que no exista.
“Teoría King Kong”. Virginie Despentes (Vv. 11).
I. GUERRAS DEL SEXO964
Toda guerra enfrenta, genera lmente, a dos bandos opuestos. Eso es lo común
en términos bélicos, así como también es frecuente la adhesión de otros actores a
las disputas que han provocado la guerra.
Lo curioso es pensar en aquellas guerras propias, esas que las personas libra-
mos contra nosotras mismas (en una dimensión ontológica) o en aquellas que en-
frentan a personas con pensamientos, a l menos mayoritariamente comunes.
Las Guerras del Sexo, han sido particularmente diferentes en lo material a las
guerras medievales por los territorios, las que enfrentan a las milicias, a las nuclea-
res, o a las colonizadoras, por mencionar a las más tradicionales e históricas formas
de disputa armada . Y es necesario decir esto, porque definitivamente en las Guerras
de la Sexo se confrontar on exclusiva mente princip ios filosófic os y morales entre,
prin cipalm ente, do s postu ras fem inista s opuest as: (i) l as radi cales y ( ii) las
antimoralistas”.
*Universidad de Otavalo, Ecuador. Universidad Pablo de Olavide, España. shessamzadeh@uotavalo.
edu.ec. ORCID: 0000-0002-3186-240X.
*Universidad de Otavalo, Ecuador. Universidad de Sevilla, España. gsilva@uotavalo.edu.ec. ORCID:
0000-0001-7510-4515.
964 «Sex Wars» es la forma m ás común de llamar a los debates del feminismo estadounidense respecto
de la sexualidad durante la Segunda Ola; sin embargo, la traducción al español sería «Guerras del
Sexo» siendo su terminología incompatible con las teorías feministas contemporáneas que diferen-
cian entre sexo, sexualidad y género, p or ello se considera ap ropiado habla r de Guerras de la
Sexualidad.
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ISABELA MOREIRA DOMINGOS / JORGE ISAAC TORRES MANRIQUE / CARLOS JUSTO BRUZÓN VILTRES
Por su parte, y en términos gen erales, las feministas radicales postulaban que
la sexualidad en una sociedad patriarcal significa mantener y perpetuar la violencia
en contra de las mujeres, pues sostenían que el sexo heterosexual ha sido domina do
por los varones, caracterizando sus prácticas a través de una ideología de cosificación
en el sentido: varón/sujeto – mujer/objeto, lo que provoca el dominio y la violen-
cia en contra de las mujeres (Linden 1982: 54-57).
De otra mano, las antimoralistas mantenían que una característica importante
de la sexualidad es el viso liberador del intercambio de placer entre person as con
capacidad de consentimiento, libre e informado, lo que involucra y no excluye, por
ejemplo: la práctica de roles sexuales, trabajo sexual, sadomasoquismo, pornografía
o sexo casual (Califia 1981: 30-34) (Rubin 1981: 43-62).
Como breve referencia , en esto consistieron las Guerras del Sexo, pero para
entrar en detalles merece la pena tomar en cuenta y precisar que estos debate s
feministas se sus citaron en la década de 1960 e inicios de 1970 del siglo XX, durante
la Segunda Ola femin ista, con fuerte impacto en Estados Unid os de América. La
relevancia de la acotación en cuestión conduce al desarrollo contextual del debate
para identificar la polaridad de cada postura, como las reflexiones de ambientes
distintos al estadounidense.
1.1. Feminismo radical y sexualidad
Según las feministas radicales, (i) las relaciones sexuales heterosexuales cosifican
a las mujeres, y en consecuencia sustentan la dominación y violencia sexual como
se explicó anteriormente, (ii) esta dinámica provoca la normalización de la violen-
cia, la cual debería ser rechazada por el feminismo -de Segunda Ola-; (iii) pa ra ello,
decían, que se debía tomar el control de la sexualidad femenina revalorizando los
intereses propios de las mujeres -una sexualid ad que propugne como núcleo a la
intimidad y no al desempeño-, (iv) entonces, consecuentemente una r elación sexual
debía darse entre personas con pleno consentimiento, involucradas entre sí, que no
reproduzcan roles y que se encuentren en igualda d.
Además, pl anteaban el ejercicio de la sexualidad en torno a dos teorías, a) la
de la primacía de la intimidad, y b) la de del poder social. La primera plantea una
posición expresiva entre persona s, que construye lazos y transmite emociones, y la
seg unda s eñala que la domin ación y cosif icaci ón sex ual so bre la s mujer es
institucionaliza roles masculinos (violencia) y femeninos ( sumisión).
Finalmente, señalaban que la libertad sexual demanda la elimi nación de las
instituciones y prácticas sexuales patriarcales como la prostitución, la pornografía,
el sadomasoquismo, la heterosexualidad obligada, el sexo casual. Inclusive conde-
naban las relaciones lésbicas butch/femme (Ferguson 2019: 312).
1.2. Feminismo antimoralista y sexualidad
Según las feminis tas antimoralistas , (i ) la opr esión (patriarcal – burgue sa)
caracteriza a la heterosexualidad, lo que conlleva la represión de los deseos sexua-
les mediante la estigmatización de las minorías sexuales para mantener el purismo
y control de las mayorías, (ii) por tanto las feministas deberían rechazar cualquier
juicio moral o restricción que estigmatice a las min orías, (iii) demandar el control
de la sexualidad exigiendo el derecho a ejercer cualquier práctica sexual que otor-
gue placer, (iv) consentimiento mutuo como condicionante previo.

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