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Capítulo VI: El desarrollo del discurso etiológico individual desde la crisis de la primitiva versión de la criminología racista-colonialista

Páginas199-272
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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
CAPÍTULO VI
EL DESARROLLO DEL DISCURSO ETIOLÓGICO
INDIVIDUAL DESDE LA CRISIS DE LA PRIMITIVA
VERSIÓN DE LA CRIMINOLOGÍA RACISTA-
COLONIALISTA
Les torrents de mon sang sifflaient le long des berges de ma cellule.
C’était perdant des nuits et des jours plus solitaires que la nuit.
Sous les coups de bélier, tenaces étaint les digues et les murs d’un poids
perfide.
J’étais là, me cognant la tête comme le désespoir d’un enfant nerveux.
LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR,Libération, en Cantos de sombra (Chants d’ombre),
Madrid, 1980.
I. La crisis del primitivo positivismo racista
1. La alteración de l poder central hasta la primera guerra mundial
La primera crisis del llamado «capitalismo liberal» se produjo entre 1890
y 1914. Las opiniones no coinciden a este respecto, puesto que algunos econo-
mistas la ubican en la «gran represión» de 1890, y otros, en la «gran guerra»
de 1914-1918 (llamada también «primera guerra mundial»). Lo cierto es que la
«gran gue rra» selló la declinación de Europa en la economía mundial1y la
«gran depresión» parece haber sido el primer síntoma d e esa declinación, en
especial porque afectó a Gran Bretaña, cuyo constante «progreso» se creía
poco menos que inconmovible. De cualquier manera, no debe creerse que la
expansión económica fue un movimiento de ritmo parejo y sostenido, sino que
a lo largo de todo el siglo XIX se fueron dando «ciclos» económicos —al igual
que en el siglo XX— y la «gran depresión» solo fue el punto crítico más acen-
tuado dentro de estos ciclos, cuya interpretación ocupa una nutrida bibliogra-
fía económica.
Los años que precedieron a la «gran depresión» se caracterizaron, en los
países centrales, por una expansión económica que en los Estados Unidos se
1LAGUGIE, pág. 61.
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EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
tradujo en la notoria reducción de la pequeña empresa y la consiguiente con-
centración en carteles, mientras que Europa —y en particular Gran Bretaña—
aumentaba sus exportaciones y sus inversiones en el exterior, especialmente en
la parte sur de América Latina. Pero, a pesar de todo, los precios —por e fecto
de la reducción de costos y la competencia— no aumentaban, lo cual desembocó
en la «gran depresión» que en Europa se prolongó desde 1890 hasta 1896 y que
alcanzó a los E stados Unidos en 1893. Su detonante fue la quiebra parcial de
la firma «Ba ring» de Londres, que no pud o pe rcibir los réditos de sus
importantísimas inversiones en la Argentina, como consecuencia de las reite-
radas pérdidas de cosechas en ese país y de la revolución de 1890, encabezada
por Leandro N. Alem, que si bien fracasó, determinó la renuncia de Juárez
Celman —cuñado de Roca, el hombre fuerte de los intereses británicos— a la
presidencia de la República. La depreciación de los títulos argentinos impidió
a la «Baring» venderlos y ofrecerlos en garantía crediticia, de modo que fue
necesaria la intervención del Banco de Inglaterra para salvarla, evitando así el
pánico y el desmoronamiento bancario en cadena2.
Algunos hechos políticos comenzaban a marcar la decadencia del predo-
minio mundial europeo. Entre ellos suele señalarse la guerra ruso-japonesa
(1904-1905), que obligó a Rusia a aceptar una p az que implicaba el triunfo
japonés, puesto que el estallido revolucionario de 1904 le quebraba el frente
interno, anunciando el definitivo cataclismo zarista de 1917. Inglaterra refor-
zó su alianza con Japón para continuar conteniendo a Rusia, con lo que el
Japón se convirtió en elemento de equilibrio entre las potencias, entrando de
este modo un país asiá tico en el juego del poder central, del que antes estaba
totalmente excluido, pero despertando también las ambiciones independentistas
de la India en 1906, como temprano signo del resquebrajamiento del Imperio
británico3.
Sin embargo, las relac iones de complementación con la periferia coloni-
zada o dominada económicamente se estrecharon, agudizando la tendencia
que se venía manifestando en las décadas anteriores. En 189 0 había en Amé-
rica L atina 40.000 km. de ferrocarr iles, mientras que en 1913 había 110.000.
Respecto al trasporte marítimo, en 1880 había cuatro millones de toneladas de
buques de vapor y 12 toneladas de buques de vela, lo que aumenta y se invier-
te en 1913 a 43 toneladas de buques de vapor y 4 toneladas de los de vela. En
cuanto a la información y comunicaciones, los cables que en 1880 abarcaban
170.000 km. se incrementaron a 600.000 en 1913, más de la mitad de los cuales
eran ingleses. Esta red de trasporte e información, a la que aún no se había
sumado con valor determinante la aeronavegación ni el autotransporte, ya
configuraba una integración complementaria a la periferia que favorecía la
expansión económica, aunque no imped ía que el aumento de la competencia
en el centro fuese causando cíclicamente desocupación y miseria. De cual-
quier manera, el fortalecimiento intensivo y extensivo de la dominación econó-
2Cfr. NIVEAU, pág. 156.
3Véase PIRENNE, VII, 13.
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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
mica hacía que Europa hablase con orgullo d el «tiempo de la economía de
mercado mundial»4.
Este poder requería en nuestro margen cierta estabilidad en cuanto a la
satisfacción de los intereses centrales, que era garantizada por las oligarquías
locales, mostrando rostros más o menos republicanos en la forma, tales como
el «porfirismo» mexicano, la «República Velha» brasileña, el «patriciado» ar-
gentino, la oligarquía caraqueña y especialmente Juan Vicente Gómez en Ve-
nezuela, la llamada «Segunda República» peruana, etc. Todas esas minorías
hegemónicas operaban como grupos gobernantes proconsulares de los intere-
ses centrales y nunca dudaron en apelar a la dictadura y al genocidio cuando
esos intereses fueron ligeramente molestados. El estrechamiento de la explota-
ción económica de la periferia que se verificó en la s últimas décadas del siglo
XIX y hasta la guerra de 1914, provocó un deterioro de las condiciones de vida
de las clases más necesitadas latinoamericanas e n aquellos países en que se
profundizó la latifundización (México y Perú y en todo el nordeste del Brasil,
al desquiciarse la economía esclavista, sin reemplazarla por otra más rac io-
nal, en aras de una nueva forma de producción impulsada por los intereses
centrales).
La competencia económica y colonialista entre las potencias europeas, el
reconocimiento de Japón como elemento equilibrante por Inglaterra, el males-
tar social en el centro y en la periferia, la unión artificial del Imperio austro-
húngaro, los monarcas «títeres» de los Ba lcanes y el aislamiento alemán, des-
embocaron en la «gran guerra», cuyo mayor beneficiario f ue Estados Unidos,
pues al término de la misma ese país adquirió la posición dominante que
luego reforzaría frente a una Europa caótica y en la que abandonó sus aliados
a su suerte, mediante el fortalecimiento de l aislamiento norteamericano de
Europa, que comenzó con la negativa estadounidense a ratificar el Tratado de
Versalles y las condiciones de paz que había acordado con los europeos el
presidente Wilson, mediante el fácil expediente de su relevo por renovación
electoral y el advenimiento al gobierno del republicano e inoperante Harding.
Las buenas intenciones de Wilson —al que se pintó como ingenuo y un místi-
co— no fueron más que la cara buena de una potencia que solo buscaba su
hegemonía y que por la vía del partido republicano desautorizó las promesas
wilsonianas y se limitó a recoger los beneficios de la destrucción europea, que
había sido conducida por reyes, emperadores, mariscales y políticos que pare-
cían cuidar más la pulcritud de sus curiosos y vistosos atuendos que los
intereses que representaban. La «gran guerra» fue terriblemente cruel —contra
lo que comúnmente se afirma— y soportada por las clases europeas más des-
provistas (es suficiente ver las publicaciones de la época para confirmarlo; por
ejemplo, HANOTAUX y SIMONDS). A su término, la perdedora fue Europa, y el
ganador, Estados Unidos, con una inmensa prosperidad económica, que a
corto plazo le acarrearía también dificultades económicas y sociales, justa-
mente en razón del enorme exceso de capital que dio lugar a la consiguiente
4GOETZ, X, 59.

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