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Capítulo V: La consolidación del saber criminológico racista-colonialista (el primer «apartheid» criminológico)

Páginas153-198
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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
CAPÍTULO V
LA CONSOLIDACIÓN DEL SABER CRIMINOLÓGICO
RACISTA-COLONIALISTA
(EL PRIMER «APARTHEID» CRIMINOLÓGICO)
Tu madre fue la inconstancia , El orgullo fue tu padre, Es tu herman a la
arrogancia: ¿Habrá novio que te cuadre?
(Anónimo recogido por JUAN LEÓN MERA
en los Cantares del pueblo ecuatoriano)
1. Principales núcleos de la ideología social del siglo XIX
Los acontecimientos políticos del siglo pasado fueron ta ntos y de tan
encontrado sentido, que resulta imposible una esquematización que no incu-
rra en simplismo. Pese al inevitable defecto, puestos en el trance de señalar
una perspectiva general en cuanto a las trasformaciones internas de las poten-
cias centrales, puede afirmarse que fue asentándose progresivamente la hege-
monía de las burgue sías y cediendo terreno al poder de las clases señoriales.
En las luchas hegemónicas entre las potencias centrales, se acrecentó la dis-
tancia de Gran Bretaña y Europa Central c on relación a las potencias colonia-
les originarias, que perdieron sus colonias más importantes (América Latina),
mientras que Francia protagonizó dos curvas de poder hegemónico —los res-
pectivos bonapartismos— con sus correspondientes caídas. Tanto las poten-
cias en pugna como las clases y grupos que competían en su interior profesa-
ron diversas ideologías, que se multiplica ban en sus matices, adecuándolos a
sus intereses coyunturales.
No obstante, a medida que el siglo fue avanzando, pudo notarse que
Ideologías y matices, compatibles o incompatibles, iban ataviándose con el
ropaje aséptico de un saber supue stamente objetivo, verificable y experimen-
tal, llamado «ciencia». Todos los intereses, o al menos los más importantes,
consideraron que la «ciencia» se hallaba de su parte. Los principales argu-
mentos partían de la biología y de otras disciplinas que surgen como saber
autónomo en medio —y como resultado— de las pugnas por el poder, entr e
las cuales nos interesan muy especialmente dos, que en muchas de sus versio-
nes reconocen límites harto confusos: la sociología y la antropología. En este
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EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
clima nació con reconocimiento especial de su «autonomía científica», el «sa-
ber criminológico».
Es prácticamente imposible comprender el sentido del surgimiento «in-
dependiente» de este saber con patente científica autónoma, si no se compren-
de el sentido general del «positivismo» y el juego ideológico de los «saberes»
más amplios de que se nutría y los intereses que estaban en juego en el marco
del poder decimonónico.
La acumulación de capital central ya no pod ía contentarse con la simple
recepción más o menos regular de medios de pago y de materias primas de los
países colonizados, sino que el avance de la industrializa ción requería una
complementación en la misma, que no podía ser la producción de materia
prima de otros siglos. Estos ví nculos se hicieron factibles mediante la revolu-
ción tecnológica en el trasporte —el buque de vapor y el ferrocarril— y la
eliminación paulatina de la esclavitud (forma de producción periférica que no
correspondía al nivel tecnológico demandado por el centro). Por otra parte, el
comercio esclavista causaba pérdidas irreparables al África, que tampoco po-
dían tolerar la s potencias centrales cuando someten colonialmente a los afri-
canos en forma directa, proceso que culminó en el Congreso de Berlín de 1885,
en que ellas se repartieron dicho continente. Europa fue extendiendo su poder
colonial a la India, a China y al norte de África, mientras que los Estados
Unidos lograron la apertura del Japón al comercio y se apoderaron de la ma-
yor parte del territorio mexicano. Esta nueva fase del capital impulsó a poten-
cias que no habí an sido colonialistas (Alemania, Bélgica, Italia) a embarcarse
en esa empresa. Todo esto generó una nueva etapa del poder mundial, que
adquiere proporciones planetarias y discurso científico.
Esta hegemonía planetaria necesitaba explicar como «natural» su poder
mundial, al mismo tiempo que las bur guesías internas también necesitaban
explicar «naturalmente» su posición. En líneas muy generales puede afirmar-
se que el discurso del d ominio colonial decimonónico se «inventó» con la
apelación al «saber» antropológico, en tanto que el dominio interno frente a
las masas turbulenta s fue alimentado por la «sociología».
Sin embargo, el corte entre ambas no es nítido, porque ambas echaron
mano de un intercambio ba stante arbitrario de elementos con la biología y la
lingüística.
Pese a las variab les de los discursos que se fueron volviendo corrientes,
la consigna que progresaba era la del desprecio a todo lo que no fuese «verifi-
cable», que era estigmatizado como especulativo, metafísico, precientífico, mís-
tico o religioso, según las circunstancias. La burguesía había instrumentado el
«paradigma del contrato» para luchar p or el poder, pero a medida que lo fue
obteniendo, la innegable molestia de esa figura requería que la desechase y
volviese al argumento «organicista» que demostra ría la «naturalidad» de su
propio poder. Por supuesto que no podía ser el organicismo de los ideólogos
de las clases señoriales, sino un organicismo «científico». La «ciencia» era el
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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
discurso que le permitía ridiculizar la idea de la sociedad como «contrato», en
la misma forma que ridiculizaba los argumentos teocráticos. Esta fue la tarea
que tuvo a su cargo el cientificismo positivista del siglo pasad o.
El positivismo fue un materialismo burdo, que en su grosera manipula-
ción del saber provocó un cataclismo ideológico de tales proporciones, que
aún hoy no podemos medir por completo, porque de alguna manera permane-
cemos todavía aprisionados por muchos de sus mitos. Su valor de verdad no
requería «demostración», puesto que esta la proporcionaba el propio poder: el
dominio planetario, la creciente acumulación capitalista, el aumento de la
producción y de la ocupación en el centro, el avance tecnológico, el potencial
bélico, eran las fuentes de certeza de la «verdad científica», que generaba el
optimismo burgués en un progreso lineal e infinito del género humano a nivel
pla netar io, co nduci do por l os sec tores h egemó nicos c entra les y s us
proconsulares periféricos. La hegemonía era «natural» porque ningún otro
sector hegemónico anterior había logrado un «progreso» comparable de la
«humanidad» en tan corto tiempo. Era la burguesía centro-nórdica europea la
que había logrado el «progreso» y esto le evidenciaba que su poder era «natu-
ral», como una categoría del ser, no del «deber ser» (que había sido el sentido
de lo «natural» de los idealistas). Era la «ciencia» la que le probaba la «natu-
ralidad» de su poder, que debía considerarse aún más para aumentar el saber
y el poder de la «humanidad» —por ellos representada— a l infinito.
Los restos de la ideología señorial no tardaron en perc atarse de que el
nuevo organicismo «científico» les resultaba útil, y los sectores más privilegia-
dos y estáticos d e la propia burguesía dieron lugar a matices más pesimistas
del mismo, pero igualmente «científicos». Las guerras entre las potencias cen-
trales contribuyeron a reforzar tendencias «nacionalistas» del organicismo
social, gen eradoras de un «espíritu de l pu eblo» de carácter biológ ico y
aristocratizante, no del todo compatible con el optimismo burgués, pero que
servía a este en las pugnas hegemónicas. Esta variable origina ba matices que,
en sus líneas puras, podrían señalarse del siguiente modo: a) El «optimismo»
burgués, que sostenía que la inferioridad del colonizado y de las masas
indisciplinadas sería superable, como resultado de una prolongada acción
civilizadora sobre los primeros y del aumento de la acumulación del capital y
de la producción para los segundos, lo cual convertía a la empresa burguesa
en una empresa h umanita ria de inm ensa magn itud, b) E l pesimis mo
aristocratizante, que afirmaba la inferioridad de los colonizados y de las ma-
sas como resultado de un fatalismo biológico inmodificable, provocado por la
decadencia o degradación de un modelo humano superior, a causa de la «con-
taminación» racial.
Estas línea s contrapuestas en apariencia al nivel teórico, se mezcla ban
frecuentemente y se confundían, y ambas pretendían ser «científicas», aunque
en realidad eran complementarias en funcionalidad.
Lo cierto es que la estructura de l poder central quedó dominada por la
burguesía en pugnas más o menos verbales con otros sectores que, en definiti-

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