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Capítulo IV: Nacimiento del saber criminológico moderno

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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
CAPÍTULO IV
NACIMIENTO DEL SABER CRIMINOLÓGICO
MODERNO
«...pazzi i rivoluzionari pieni di benpensare borghese che continuano
semplicemente a essere depositari del rica tto moralistico al l’uomo...».
(PIER PAOLO PASSOLINI,Progetto di opere future, 1963)
1. ¿Cuándo «nació» la criminología?
Si el «nacimiento» y «paternidad» de la criminología fuese un mero dato
de crónica, no tendría importancia detenerse en él, pero lo cierto es que encie-
rra una cuestión conceptual y un problema de manipulac ión.
Estableceremos la tipología de las respuestas, descartaremos la confu-
sión manipuladora y nos centraremos en la cuestión conceptual.
En cuanto a las respuestas, hallamos los siguientes tipos: a) para la
mayoría de los autores, LOMBROSO fue «el fundador de la criminología mo-
derna»1; b) otras respuestas atemperan un tanto su importancia, asignándo-
le la función de «delimitador de un campo científico propio»2; c) en la mis-
ma línea, hay respuestas que empalidecen aún más a LOMBROSO, señalando
que «no puede pasarse por alto que el terreno fue preparado durante siglos
por otros investigadores en direcciones diferentes»3: d) en minoría, hay quie-
nes niega n que la criminología haya nacido en 1876 con LOMBROSO, y seña-
lan como iniciador al alemán FRANZ JOSEF GALL (SAVITZ-TURNER-DICKMAN), O
con autores franceses como MOREL (LACASSAGNE); e) quienes entienden que la
criminología es un «estudio del delito como fenómeno socia l», tiende n a
privilegiar la labor pionera d el belga QUETELET, que en 1835 publicó su obra
Sur l’homme et le développement de ses facultes ou Essay de physique sociale, y el
posterior trabajo de GUERRY sobre la «estadística moral» inglesa y francesa; f)
por último, quienes entienden que la criminología abarca la política criminal
y quienes se encuadran dentro de la criminología crítica central, manifiestan
1HURWITZ, pág. 48.
2KAISER.
3GOPPINGER, pág. 20.
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EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
que su origen se halla en BECCARIA, con la publicación, en 1765, de su libro
Dei delitti e delle pene4.
En esta diversidad de opiniones anecdóticas, encontramos algunas pro-
venientes de la competencia personal (LACASSAGNE era contemporáneo y émulo
de LOMBROSO), de la natural preferencia europea por acaparar para la propia
nación la paternidad de la criminología y por la molestia que en Europa cen-
tral y del Norte pudo causar que la criminología tuviese un «padre» italiano y,
para colmo, judío. Dejando de lado, pues, las variables que responden a com-
petencia personal, orgullo nacional y racismo, nos encontramos frente a dos tipos
de respuestas: a) la criminología nace en el siglo XIX con el positivismo, sea socioló-
gico o biológico; b) la criminología nació en el siglo XVIII con la llamada «escuela
clásica». Esta alternativa encierra un problema conceptual que justifica el tratamiento
de la cuestión.
En definitiva, como bien lo señala BUSTOS RAMÍREZ, la cuestión está vincu-
lada a donde quiera ubicarse el origen de la teoría sociológica y —añadiría-
mos nosotros— también antropológica. Según se conciba que el mundo social está
ya organizado y únicamente nos cabe corregir defectos, o se conciba que debe cambiar
y replantearse sus estructuras, el origen de la sociología estará en COMTE O en el
Iluminismo (BUSTOS RAMÍREZ), el de la antropología en DARWIN, SPENCER O MORCAN O
en el Iluminismo, y el de la criminología, en LOMBROSO, GALL O QUETELET O en los
«clásicos».
Sintetizando la cuestión, podemos afirmar que, en las ciencias sociales,
el origen de las mismas debe situarse en el po sitivismo, si entendemos que el po der
está correctamente repartido, y la información que nos brinda ese saber es nece-
saria únicamente para resolver algunas cuestiones coyunturales, o si hace-
mos lo mismo sin plantearnos el problema del poder —con lo cual lo damos
por legitimado y distorsionamos todo el planteamiento— y presuponiendo
que el saber de las ciencias sociales es un art p our l’art o un saber que puede
usarlo cualquiera para cualquier fin. Si, por el contrario, entendemos que el
poder debe transformarse mediante un saber que permita resolver cambios
estructurales y que el saber de las ciencias sociales debe tener por objeto esos
cambios, el origen de las ciencias sociales debe situarse en el Iluminismo.
Refe rido al limit ado plano c riminológ ico, si cons ideramos q ue el
criminalizado es anormal, ya sea por sus características biológicas o psicoló-
gicas, o porque estadísticamente es un «desviado», tenemos un ca mpo del
saber delimitado al margen del poder controlador, la única referencia al poder
controlador será la necesaria para «mejorarlo» y, por ende, la criminología
que necesitamos es la que surge con LOMBROSO O con QUETELET. Si, por el con-
trario, creemos que el sistema penal y la reacción penal —es decir, la manifes-
tac ión rep resiv a del p oder— d eben s er cue stiona dos y mo dific ados
estructuralmente , la criminología que necesita mos deb e remont arse a los
4SUTHERLAND-CRESSEY, pág. 55; TAYLOR-WALTON-YOUNG.
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CRIMINOLOGÍA. APROXIMACIÓN DESDE UN MARGEN
planteamientos acerc a del fundamento de ese poder, que corresponde a los
llamados «clásicos», esto es, a los autores anteriores al positivismo y que arran-
can fundamentalmente del siglo XVIII.
Simplificando aún más la disyuntiva, digamos que, si llevamos a cabo
una aproximación a la criminología en un sentido crítico, debemos entender
que la criminología se remonta al momento en que la burguesía en ascenso
criticaba la estructura del poder punitivo de la nobleza (Estado absolutista). Si
nuestra aproximación a la criminología es conformista, debemos remontar la
criminología al momento en que la burguesía ya se había afirmado en el poder
y solo pretendía un saber que le legitimara e se poder y le aconsejase la forma
de mejorarlo. Según sea la elección, la criminología habrá nacido con BECCARIA
en 1765 (o con HOWARD en 1777) o bien con LOMBROSO en 1876 (o con QUETELET
en 1835).
Nuestra elección está hecha, de modo que, al no creer que desde nuestro
margen exista la posibilidad de una criminología conformista, automáticamente
escogemos a los «clásicos» como el a rranque de la criminología. No obstante,
esta elección debe ser hecha con cierta reserva, pues «la criminología», abarcando
en ella el sistema de ideas que implica cambios en la política criminal, existió
siempre y en todo el mundo.
En efecto: en el mundo se han sucedido conceptos del hombre, antropolo-
gías filosóficas o antropovisiones, que se correspondieron con cosmovisiones
y que envuelven concepciones de la sociedad que se derivan de ellas. Cada
una de estas concepciones ha sido llamada «derecho natural» e implica una
justificación de cierto control social represivo —o de ninguno, en los casos de
los derechos naturales anarquistas— y también una explicación del delito.
Cada «jusnaturalismo» histórico tuvo su criminología, o sea, su sistema de ideas
acerca de lo que debe ser el delito y la pena y de las causa s por las que se
delinque, lo que implica una crítica o una justificación del sistema penal exis-
tente en ese momento histórico. Esto significa que las criminologías «críticas» y
«conformistas» han existido siemp re y en todas las culturas. La circunstancia de
haber recurrido a argumentos teológicos o filosóficos o a argumentos empíri-
cos sobre una parte aislada de la realidad, no puede hacernos perder de vista
el fenómeno mismo: toda sociedad tuvo un discurso criminológico que exp li-
caba el poder y el delito. Lo que surge con el Iluminismo no es la criminología
misma, sino la criminología europea moderna, es decir, la presentación de la
criminología en la forma en que los europeos la conciben a partir de entonces y la
difunden por todo el mundo.
Debido a que esa criminología se nos ha impuesto y ha entrado en rela-
ción dialéctica con nuestras culturas marginadas y en proceso sincrético, de-
bemos toma r el hilo de la misma para ver cómo se prod ujo esta relación o
cómo puede producirse, y cuál es la perspectiva de su de sarrollo desde nues-
tro margen. Esto justifica que nuestro tratamiento arranque con la criminología
iluminista.

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