Capítulo II - La restauración de la propiedad - Libros y Revistas - VLEX 976351560

Capítulo II

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LA RESTAURACIÓN DE LA PROPIEDAD
CAPÍTULO II
A medida que nos aproximamos al problema de la restauración
de la propiedad, hay dos principios fundamentales que deben ser
tenidos presentes:
1) El primero consiste en que cualquier esfuerzo para restaurar la
institución de la propiedad (esto es, restablecer una buena dis-
tribución de la propiedad en una Sociedad proletaria tal
como es ahora la nuestra), puede solamente tener éxito me-
diante una inversión de las tendencias económicas naturales.
2) El segundo consiste en que nuestro esfuerzo fracasará a menos
que vaya acompañado por reglamentaciones hechas para preser-
var la propiedad privada, en la medida en que hubiere sido res-
taurada.
Ambos principios son esenciales para el éxito. Como ya lo dije-
ra, la tentativa no puede de ninguna manera tenerlo sin un deseo
suficiente por la propiedad en un número suficiente de personas.
Pero por muy intenso o difundido que sea ese deseo, el esfuerzo
fracasará si no se observan simultáneamente los dos principios.
He comparado la restauración de la propiedad privada, en una
sociedad co mo la nuestra en do nde se la h a destru ido con la
reforestación de la tierra.
Otra comparación es la del rellenamiento de un pantano. Las
tendencias naturales han tornado pantanoso a un trozo de tierra.
Es bajo, las lluvias son intensas, el suelo impermeable y fangoso.
Para mejorarlo debe actuarse en contra de las tendencias naturales.
Debe drenárselo, abrirse canales, terraplenarlo y, hecho esto, debe
vigilarse que los terraplenes, los drenajes y los canales se mantengan
firmes, en contra del constante esfuerzo de la naturaleza por arras-
trar la tierra y convertir otra vez a esa superficie en un pantano. Lo
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HILAIRE BELLOC
mismo sucede con la propiedad. Considerándola como una institu-
ción social, desaparecida la propiedad bien dividida y habiendo ocu-
pado su lugar el capitalismo, no se puede invertir el proceso sin ac-
tuar en contra de las tendencias económicas naturales. Una propie-
dad bien dividida no puede nacer por sí sola en la sociedad capita-
lista. Debe ser apadrinada artificialmente. El comunismo puede na-
cer por sí solo y florecer en una sociedad capitalista, porque es un
producto del pensamiento capitalista y actúa sobre los mismos
lineamientos que éste. Pero la propiedad bien dividida no puede
surgir de la misma manera.
Además, una vez restaurada la propiedad, debe ser constante-
mente sostenida, porque de lo contrario se caerá nuevamente en el
capitalismo.
La propiedad privada actuando sin control, es decir en ausen-
cia de toda medida destinada a preservar la independencia de cada
hombre, tiende inevitablemente a un control definitivo de los me-
dios de producción por unos pocos; lo que implica que en lo econó-
mico, tiende al capitalismo y de allí, en lo político, a la plutocracia.
En este punto debo hacer una digresión para enfrentar dos ob-
jeciones que podría plantear algún lector socialista al escuchar de
mi parte esta admisión, como se la llamaría. Porque todo socialista,
ya lo sea entusiastamente porque cree que la propiedad en común
es el orden económico más justo, o a regañadientes (porque cree que
el control en común, si bien odioso, es el menor de dos males y la
única alternativa para controlar a unos pocos hombres ricos), pre-
supone que el Capitalismo industrial resulta en definitiva inevitable
donde quiera la propiedad privada sea una institución social.
Y al leer que reconocemos que la propiedad privada sin defen-
sas que la preserven, tiende naturalmente hacia el capitalismo y to-
dos sus males, puede pensar que dado que los defensores de la pro-
piedad están de acuerdo en ello, así será, y que discutir más este
asunto es perder el tiempo. O puede decir, también, que quizás la
propiedad privada pudiera haber sido restaurada bajo condiciones
más simples que las actuales, pero en la sociedad moderna con su
empleo de la maquinaria y su rapidez en las comunicaciones es de-
masiado tarde para hacer la tentativa.
Ambas posiciones son erróneas. La primera, que es la más co-
mún, la oímos en todas partes alrededor nuestro, y está basada en

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