Capítulo 1: Las revoluciones europeas de 1848 - La democracia y los movimientos asociativos populares (1848-1871) - Historia de la democracia en Europa de Montesquieu a Kelsen - Libros y Revistas - VLEX 980631538

Capítulo 1: Las revoluciones europeas de 1848

Páginas105-112
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HISTORIA DE LA DEMOCRACIA EN EUROPA. DE MONTESQUIEU A KELSEN
CAPÍTULO L
LAS REVOLUCIONES EUROPEAS DE 1848
Las revoluciones europeas de 1848 han sido a menudo juzgadas como revolu-
ciones políticas que manifestaron de manera dramática el «despertar de las naciona-
lidades». En verdad esta «primacía de los pueblos» en su explosión revolucionaria
fue animada y alimentada por una profunda exigencia democr ática. Las causas de-
terminantes hay que buscarlas en la gra ve crisis económica de 1847, a gravada por
una cosecha mala; pero los observadores de la s ituación política hacía tiempo ha-
bían compr endido que se había planteado una grave escisión entre clases políticas
gobernantes y masas gobernadas, entre gobiern o y súbditos. Tocqueville, en octu-
bre de 1847, escribía: «Una sorda agitación comienz a a hacer se notar en el seno de
las clases inferiores que por nuestras leyes son extrañas a la vida pública: de ahí la
necesidad de extender el círculo de l os derechos políticos a los ciudadanos» (Scritti
polici, a cura di N. Matteucci, ed. citada , vol. I, p. 247 ). La cuestión era si la «renova-
ción» de las instituciones políticas y de los ordenamientos públicos debía suceder
de manera lenta y gradual, como sostenían los «moderados» , o de manera neta y
decidida, como querían los «revolucionarios».
Después de que en Francia cayó la monarquía orleanista y se proclamó la
Segunda República, siguieron alzamien tos revoluci onarios en Aus tria y en Hun-
gría, en Italia y en Alemania, en Suiza y Polonia: un fenómeno casi si ncrónico de
agi taci one s sac udió E urop a occ iden tal y O rien te. P arec ía co mo si l os
jefes’revolucionarios se hubieran puesto de acuerdo para ha cer levantarse al mismo
tiempo a las multitudes contra sus gobernantes . No debe sorprend er si mucho s
«conservadores» hablasen entonces de conjura internacional urdida contra los go-
biernos legítimos» .
La sincronía revolucionaria no permite hablar de revoluciones activas y de
revoluciones pa sivas, como había sucedido a fines del siglo XVIII, cuando los ejér-
citos franceses habían impuesto las instituciones revolucionarias. E n 1848 la conco-
mitancia de los sucesos demostró que los pueblos de Europa tenían una sensibili-
dad común y habían madurado las ideas de l ibertad e igualdad.
Los movimien tos insurreccion ales de 1848 tuvieron fin es constitucionale s,
como los de Palermo y Nápoles; tuvieron finali dades nacionales, como el de París,
pero el protagoni sta de los acontecimientos fue el pueblo . E l pue blo bajó a las
cal les, sa lió a las bar rica das , pa rti cipó en la s ma nife sta cion es, ex pres ó
tumultuosamente su desaprobación. Las gacetas de toda Europa ex altaron el coraj e
del pueblo, su sabiduría, su desinteré s. L os d iscursos de elogio hacia el pueblo
volvieron a encontrarse en las viñetas, en los cuadros, en las escenas teatrales.

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