Candidato a la manga gástrica - 1 de Febrero de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 839745239

Candidato a la manga gástrica

Morir de gordo . No había pensado en eso hasta el año 2013 cuando me vi en una foto inflado como un sapo, a punto de reventar. No sabía cuánto pesaba. No me pesaba por ese entonces. Pero ese día fui al baño. Saqué la pesa y me paré sobre ella como quien se asoma al borde de un precipicio. Yo sabía que estaba gordo. Muy gordo. Aunque no tanto: de un paraguazo la ruedita de la pesa dio la vuelta completa y volvió a cero: pesaba 130 kilos.Un tío me recomendó un nutriólogo que mantenía su gota a raya. Me hice los exámenes de sangre y luego volví para recibir mi primer diagnóstico de síndrome metabólico; es decir, de todo ese conjunto de patologías asociadas al sobrepeso y la obesidad que tengo, como colesterol y triglicéridos altos, hígado graso, presión alta, colesterol bueno bajo, hiperuricemia y una resistencia a la insulina galopante. "Ese eres tú", me dijo el nutriólogo, luego de hacer un dibujo en el que aparecía un hombre llegando al final de una escalera. "El último escalón es la diabetes o un infarto a los 40".Me cagué de miedo. El doctor me recomendó que me operara, pero le dije que no, que lo intentaría por las mías, que me diera la dieta, y al día siguiente ingresé a un estado superior de voluntad que nunca había experimentado. Durante once meses desayuné cuatro galletas de soda con mermelada sin azúcar y un té con leche descremada, un yogurt light a media mañana, arroz, verduras y proteína (no más grande que la palma de mi mano) en el almuerzo, una fruta a media tarde, y por la cena repetir lo del almuerzo pero sin arroz. Era indestructible. Caminaba todos los días ida y vuelta al trabajo. Bajé, en total, 25 kilos.Hasta un 18 de septiembre. Lo recuerdo como si fuera hoy: día nublado, mi suegro parado junto a la mesa del patio, destapando una fuente llena de empanadas de pino. "Una no es ninguna", me dijo. Fue así. Sin chistar. Durante once meses rechacé mejores ofertas que una empanada de pino, y ese día, justo a esa hora, mi voluntad se quebró como un barquillo.Desde entonces caí a un espiral de atracones, de cantidades atómicas de carne, azúcar y carbohidratos en los que pongo en reposo el estrés, la ansiedad, las ganas de comer. He intentado, entremedio, algunas cosas: la dieta de la sopa de cebolla por siete días, rutinas de cardio, pastillas de sibutramina, cucharadas de cochayuyo en polvo por las mañanas, cápsulas homeopáticas de hierbas "milagrosas" y un té chino "quema grasas" con sabor a alcantarilla.Recuerdo todo esto de un flashazo. Estoy en Providencia, en la consulta del doctor Rafael Luengas, el tercer cirujano bariátrico que he visitado en los últimos años.-¿Por qué no terminó el proceso anteriormente? -me pregunta, mirando mi historial médico en su computador.-Creí que podía lograrlo por las mías -le digo-. Y por miedo, también.-Súbase a la pesa.Tiemblo por dentro. Me quito las zapatillas. Es un martes de agosto. Subo un pie. Luego el otro.-136 kilos -dice el cirujano.Es un mazazo. Mi cabeza se dirige de inmediato al titular de la noticia que leí antes de venir: "Según el Ministerio de Salud, en Chile muere una persona cada hora a causa del sobrepeso y la obesidad". No es fake news .Pienso en mi hijo. En mi esposa embarazada. En morir de gordo.El cirujano mide mi estatura: 1 metro 78, y calcula mi Indice de Masa Corporal (IMC).-IMC 42.-¿Qué quiere decir eso?-Que tienes obesidad tipo III. Obesidad mórbida. Solo por el IMC, y por lo que veo en tu historial, tienes indicación para una cirugía bariátrica.Alto en azúcaresEse que aparece en la foto soy yo, en el patio de la casa de mi abuela, en el invierno de 1984. Tengo ocho meses. En la imagen, mi madre, joven y delgada, me levanta apenas, como si sostuviera una garrafa.-Mira esos cachetes. Mira las piernas -dice mi madre, en su casa en el litoral central-. En esos años eso era un bebé sano.-¿Sano? -le pregunto.-Es que no había la consciencia que hay hoy día -me responde-. Los pediatras te decían que le pusieras sal a las papillas y cucharaditas de azúcar a la leche.-!¿Azúcar a la leche?¡Hoy en día la Sociedad Chilena de Pediatría recomienda todo lo contrario: administrarle productos azucarados a un niño para calmar su hambre o ansiedad puede convertirlos en dependientes del azúcar. El último Mapa de Nutrición Infantil de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB) demuestra la magnitud del problema: el 51,7% de los escolares sondeados presentaron sobrepeso u obesidad. Las proyecciones del Primer Atlas Mundial de la Obesidad, a cargo de la Federación Mundial de Obesidad, no son mejores: para el año 2030 uno de cada cuatro niños chilenos será obeso.-La obesidad es una enfermedad crónica. No tiene cura -me dirá luego el doctor Claudio Canales, presidente de la Sociedad Chilena de Cirujanos Bariátricos-. Debe entenderse de esa manera y por lo mismo va a requerir un tratamiento y un manejo para toda la vida.El psiquiatra Carlos Téllez, autor del libro Obesidad, un problema de salud mental , me dirá, además, que la obesidad no solo afecta el metabolismo. También el cerebro:-Hay alteraciones en los sistemas de recompensa. Una disminución en el funcionamiento de la corteza prefrontal. Eso quiere decir que la persona tiene más dificultad parar razonar, para ver las consecuencias del consumo, para hacer sus procesos de balance y toma de decisión. Y también tiene una dificultad en el control inhibitorio de la conducta.Así, sin tratamiento, sin...

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