La caída del ingeniero de Alto Río - 24 de Noviembre de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 407990294

La caída del ingeniero de Alto Río

03:34 de la madrugada del 27 de febrero de 2010, cuando la tierra se empezó a mover.

-!En pelota, lo que es en pelota¡

El temblor se transformó en terremoto. A los 15 segundos se cortó la luz.

-Digo: !literalmente en pelota¡

René Pettinelli, desnudo, encima de su cama, mantuvo la calma y no se movió durante los 205 segundos de sismo salvo para ponerse boca abajo y ubicar un colchón sobre su nuca por si un trozo del cielo caía.

En ese entonces, Pettinelli vivía solo en una casa en el barrio de Lonco, Concepción. Se había separado temporalmente y esa noche se daba uno de los gustos postergados por su matrimonio: veía tele hasta tarde en una enorme pantalla ubicada en el dormitorio principal.

-Apenas terminó, dije: aquí va a quedar la cagá, porque el tipo de movimiento fue distinto a todo lo que conocíamos. Mi familia vivía a cinco casas de distancia: la casa estaba bien. Justo después hice un mapa mental de las obras mías que tenía que ir a mirar, a ver si habían aguantado.

Pettinilli, a esa hora, pensó en la Escuela Dental de la U. del Desarrollo, en el Colegio Concepción y en edificio Murano. Nunca pensó en Alto Río.

-¿Salió esa noche a revisar?

-No, eso es de enfermo de la cabeza y yo de enfermo de la cabeza tengo poco. De hecho, dormí plácidamente. Concepción era un campo de guerra y debo haber sido el único hueón que se despertó a las 10 y media de la mañana. Ahí agarré mi Yamaha y partí.

Entre incendios, saqueos e histeria, Pettinelli se aventuró por el centro de Concepción. Cada dos cuadras, amigos, conocidos que sabían que era ingeniero calculista, le pedían si podía revisar sus departamentos para ver si era seguro seguir ahí. Después pudo seguir. Llegó donde el conserje del Murano. Él le dijo:

-Está todo impeque. Ni una losa cortada.

-Que bueno, tenía susto -le respondió Pettinelli, antes de subirse a su moto. Cuando encendió el motor, el conserje lo llamó:

-Ah, el Alto Río. Parece que se cayó.

Pettinelli enfiló hacia el Barrio Estación. Tres cuadras antes de llegar, encontró la zona acordonada.

-Ahí entendí que estaba en el suelo. Me metí por detrás con la moto; me acuerdo que los pájaros no podían volar por el polvo. Eran las siete de la tarde cuando le tomé el peso al asunto.

-¿Sintió un vacío en el estómago?

-Nada. Me carga elucubrar, armar cuentos. Dije: Ya, tengo que ir a mirar los planos, porque no me acuerdo cómo es este edificio. Los planos en un PC, así que tuve que esperar hasta el martes, cuando dieron la luz. Ese día me senté durante 12 horas a examinarlo, ese proceso sí que fue tenso. Y llegué a la conclusión: no hay problemas, están OK, no hay nada raro. Y me olvidé.

- !¿Se olvidó?¡

-Tal cual.

Los Pettinelli son de las familias tradicionales de Concepción. Domingo Pettinelli, hijo de italiano, fue unos de los fundadores de la Falange en el sur, además de un conocido empresario panadero que se preocupó de que sus tres hijos pasaran por la universidad: hay una doctora, una abogada y un ingeniero calculista, René.

-Era DC, pero en mi casa había una fascinación por Alessandri, un culto a su figura. Yo, desde los tres años, quería ser cómo él: un ingeniero de escuela dura.

René Carlos Pettinelli Loaiza (59 años) se matriculó en 1971 en la U. de Concepción. Tardó, en total, nueve años en terminar la carrera, entre dos cambios de especialización, un sabático y una tendencia natural a desordenarse. Se casó y tuvo dos hijos, hoy profesionales. Comenzó calculando proyectos industriales, pero a fines de los 80 entró en el negocio inmobiliario para diversificar su cartera.

El arquitecto Werner Stehr lleva 30 años trabajando con él.

-Me da plena confianza. Hemos hecho obras como la torre Ligure y ni ahí, ni en ninguna otra, he tenido problemas. Tiene mucha imaginación. Su forma de ser es especial, quienes no lo conocen pueden malentenderlo y se esmera por no demostrar mucho, aunque las cosas le afecten. Pero es buena persona, muy preocupado.

Incluso antes de Alto Río era una personalidad inconfundible de la ciudad. Pasa horas en el Café Cantabria, en la plaza de Armas de Concepción, su segunda oficina. Ahí, a viva voz, discute con interlocutores y conocidos que se van sumando a la mesa. De joven respondía al apodo de "Rasputín", por una larga barba. Hoy es el "Loco Pettinelli". Su extravagante personalidad lleva, a veces, a equívocos.

-Personalmente prefiero no trabajar con él -dice uno de sus colegas-. Parece siempre despelotado, al límite de que quede un gran desorden. Aunque previo a Alto Río, que yo sepa, no había tenido problemas con algún edificio. Al final, termina trabajando siempre con conocidos.

En efecto, Pettinelli casi no se presenta a concursos público. Y las pocas veces que lo hace, propone presupuestos tan altos que no es elegido. Aún así, estima, ha calculado más de 100 edificios, sin contar colegios ni obras industriales.

Su padre falleció en 2004. Desde entonces decidió cambiar su ritmo de trabajo y mantener su oficina funcionando con el mínimo, para dedicarles tiempo a su familia y amigos. Comenzó a fantasear con irse a vivir a un sitio en la cordillera, al lado de un gallinero. En el fondo, buscaba más tranquilidad. Y encontró al Alto Río.

Siete días después del desplome del Alto Río, la constructora Socovil y la Inmobiliaria Río Huequén, que en la práctica son lo mismo, intentaron traspasar todos sus bienes a otras sociedades, en una notaría de Chillán. El monto, según consta en una querella, supera los mil millones de pesos. Por una coincidencia, en el estudio del abogado Fernando Saenger, que había tomado representación de las víctimas, se enteraron y trabaron la operación. Fue la primera maniobra de una dura disputa judicial que lleva más de dos años, con querellas y denuncias y sospechas cruzadas entre querellantes, fiscalía y defensores.

Claudio Arce, presidente del Colegio de Arquitectos, dice:

-Todos se intentaban culpar con todos, o buscar salvarse en el juicio, pero nadie buscaba los más impostante: saber exactamente por qué se cayó el edificio y cómo hacer que no pase más.

Pettinelli conocía desde su juventud al socio principal de Socovil, Juan Ortigosa. Los otros son Ricardo Baeza y Felipe Parra:

-Llevábamos unos diez edificios juntos, éramos un grupo de amigos. En mayo de 2006, Juanito me dijo: Tengo un paño estupendo y queremos hacer un edificio grande, de unos 15 pisos. Lo primero que le dije fue: pidamos una mecánica de suelos, porque nos podemos meter en un forro si es puro fango. Se la pedimos a su tío.

Pedro Ortigosa, reputado ingeniero de suelo de la región, la hizo a través de sondajes simples, uno de los métodos que exigía la normativa...

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