En la cabeza de un provocador - 5 de Febrero de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 895880340

En la cabeza de un provocador

-Soy hiperquinético...Gonzalo de la Carrera, mueve los ojos de un lado a otro. Es un día caluroso de enero y el diputado, ex-Republicano, ex-Evopoli, excasado, se para a buscar un vaso de Coca Cola. Es mediodía. Está al interior de su departamento en Providencia, descalzo, y contesta esta entrevista al mismo tiempo que responde mensajes de WhatsApp. Después de un trago de bebida, sigue:-... Eso me generó muchos problemas en el colegio, porque una vez que yo captaba lo que pasaba, me dedicaba a molestar. Entonces me echaban de la sala.Un repaso abreviado de la historia de Gonzalo de la Carrera diría que fue un exitoso empresario, que trabajó en la compañía de cosméticos Oriflame, donde lideró las labores de más de cien mil mujeres, y que pasó por Mega, Bethia, Isapre Colmena y ENAP. Que en medio de esa carrera vertiginosa por el éxito sufrió uno de los embates más duros de su vida: la muerte de su hija Trinidad, en un accidente en Putre, durante su gira de estudios, y que ese accidente lo distanció de su familia y de la Iglesia Católica, y que según amigos suyos, como el empresario informático Carlos Guerra, todo aquello culminó por desinhibirlo y convertirlo en el personaje que es hoy en día.De ahí que para sus cercanos su tránsito hacia los medios y luego a la política haya sido tan orgánico. Rodrigo Lorenzini, amigo de infancia, dice que el Gonzalo que conoce a sus 60, es el mismo que el de los 14 años: impulsivo, directo, capaz de envolverse en polémicas sin medir consecuencias. El listado es largo: tuitear noticias falsas, comentarios inapropiados y salidas de libreto como cuando reconoció la derrota del candidato presidencial José Antonio Kast, por televisión, antes que el mismo candidato.Sus cercanos lo saben: su personalidad es complicada. Deben lidiar con ello. Pero más les preocupa que él mismo, elegido diputado, sea capaz de mantener el control.El elegido-En su generación no se usaba el Ritalín.-No. Se aplicaba el coscorrón, la tirada de patillas y los varillazos. De esos probé bastante.-¿En la casa o en el colegio?-En ambas partes. En el colegio con apoyo y visto bueno de mi padre.Gonzalo es hijo de Jaime de la Carrera, un ingeniero civil duro, hecho a sí mismo, nacido en Concepción, y de María Isabel Correa, una dueña de casa dedicada al cuidado de los cuatro hijos del matrimonio. En una mundo conservador, de derecha y católica, Gonzalo creció en Chile hasta que, en 1970, tras el triunfo en las elecciones de Salvador Allende, su padre decidió subirlos a todos a un avión y marcharse a Estados Unidos. Allá vivieron seis años. Dice que allá lo discriminaron, que lo llamaban "sudaca" y lo apodaban "chilibeans", y que incluso un día intentaron acuchillarlo "en un barrio de negros" mientras trabajaba repartiendo promociones junto a uno de sus hermanos. Cuando regresaron, en plena dictadura militar, y preocupados de que mantuviera su nivel de inglés y una educación estricta, su padre lo matriculó en el Craighouse School.-Llegó en primero o segundo medio -recuerda su compañero de entonces, el ingeniero informático Rodrigo Lorenzini (60)-. Y se notaba que venía de afuera. Era muy rebelde, muy problemático. Su cuaderno eran jeroglíficos de garabatos. En un colegio británico donde la disciplina era estricta, él era desencajado, espontáneo.Por lo mismo, dice Rodrigo, muchos no querían a Gonzalo. Era común verlo caminar por el patio del colegio cumpliendo los castigos que el rector, Willy Pérez, imponía en esos años: dando vueltas haciendo sonido de ovejas, atrapando moscas con la mano, recogiendo boletos de micro los días sábados, o buscando pelotas de golf imaginarias que el rector golpeaba con un palo imaginario. La última vez que Rodrigo vio a Gonzalo en el colegio, fue precisamente buscando una pelota de golf.-Yo llevaba meses recogiendo boletos los sábados -dice...

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