Buenaventura no es ciudad para débiles - 10 de Octubre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 584558966

Buenaventura no es ciudad para débiles

-¿Está muy duro Chile para los colombianos?

Javier partirá a Chile a fines de octubre. Primero irá en una van hasta Cali, a casi tres horas de aquí. Luego abordará un bus de la empresa Bolivariano, que demorará siete días y siete noches hasta Chacalluta. Allí, en el paso fronterizo, si es que ha soportado la ruta de cuatro mil kilómetros, se enfrentará a tres opciones. La que él espera es que lo dejen entrar como turista. Dirá que viene a visitar a John y Jonathan, dos hermanos de Buenaventura que trabajan desde hace meses en una bencinera en la comuna de Recoleta, en Santiago.

-¿Hace mucho frío allá?

La segunda opción es que garantice que tiene una oferta de empleo. Pero la sola promesa de sus amigos de conseguirle trabajo en la bencinera, no le bastará. Tampoco el curso que estudió, que certifica que está capacitado para el uso de estuco, baldosas y pinturas en casas.

-Tiembla muy seguido, ¿no?

La tercera opción es que la policía chilena le impida el paso por no acreditar el motivo de su viaje. El año pasado, 2.690 colombianos fueron rechazados en Chacalluta, según el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM). Si eso sucede, Javier se sumará a los centenares de compatriotas suyos que dan vuelta por el terminal de buses de Tacna, buscando el momento de entrar a Chile y siendo presa fácil de los "jaladores" de inmigrantes, que ofrecen traspasar la frontera por 100 a 300 dólares.

-¿Sale caro rentar un departamento?

Hay una cuarta opción: que sin dinero, con hambre y desesperanzado, decida volverse a Buenaventura. Pero Javier no considera ese punto en su plan. Hace un año, un colombiano, impedido de ingresar a Chile, decidió suicidarse en el mismo terminal de Tacna antes que regresar a su país.

Pero si logra entrar, Javier se unirá a los casi 50 mil inmigrantes colombianos que hay en Chile, de acuerdo a la última encuesta Casen, especialmente en Iquique, Antofagasta y Santiago. Son los extranjeros que han tenido el crecimiento más explosivo en los últimos años. Gran parte de ellos proviene de Buenaventura, según el SJM, y al viajar dejan atrás un lugar que, como dice Héctor Epalza, el obispo de la ciudad, "concentra la maldad de toda Colombia".

-¿Es verdad que en Chile la plata rinde más?

Javier dice que le gusta la rumba, la natación y el fútbol. Y que tiene sus estudios secundarios completos, lo que es una gracia aquí, donde cerca del 40 por ciento de los niños no va al colegio y el índice de analfabetismo está entre los más altos de Colombia. Tras egresar, trabajó durante cuatro años en una empresa, lavando autos en un estacionamiento, con buenas y malas temporadas. Hace un mes y medio renunció con la idea fija de irse a Chile. Dice que no se va para hacerse millonario. Dice que se va de aquí porque quiere vivir tranquilo.

-Cuando llegue a la frontera, ¿puedo dar su nombre?

Al mediodía, las calles de Buenaventura huelen a pescado chirriando en aceite, a sudado de camarones y a plátano asado; a arroz atollado, a tamales, a sancocho de gallina y a cazuela de mariscos. Aquí se almuerza temprano, como si los cerca de 400 mil habitantes -el 90 por ciento de ellos afrocolombianos- quisieran comer antes de que el calor húmedo los aplaste bajo un sopor que se extenderá hasta la noche.

En las calles del centro, en medio de las tiendas de ropa barata, accesorios para celulares, peluquerías, farmacias y una interminable fila de comercio ambulante y cocinerías, reina un caos vehicular. No hay semáforos ni pasos de cebra ni discos Pare, y los autos, en su mayoría taxis, motos y buzetas -minibuses de transporte público-, serpentean sin control por las estrechas calles, esquivándose entre sí y bocineando a los peatones que intentan cruzar. Habitualmente hay agentes de tránsito ordenando el flujo de autos, pero hace meses que están en paro por no pago de sueldos. También los bomberos, por la misma razón y, además, por el deterioro de sus maquinarias y la falta de recursos. Bajo estas circunstancias, Buenaventura parece estar siempre al borde de una tragedia.

-¿Ya fue a San Andresito? -pregunta Jon, que atiende una pequeña farmacia.

Pegado al centro, el sector de San Andresito es el corazón del contrabando en la ciudad. Allí se pueden comprar televisores, computadoras, licores, zapatillas de marca y electrodomésticos, y esta tarde hierve de actividad, como una descomunal feria. Las decenas de locales se pelean los clientes aumentando el volumen de su música, hasta que el ruido se transforma en una sola, larga y monótona nota.

Muy cerca, a lo largo de la zona rosa, como llaman aquí a la calle turística, se multiplican los hoteles, restaurantes y pubs. Pero a unos metros, decenas de aves sobrevuelan como buitres un vertedero ilegal, a un costado de un puente. Desde allí, se ven personas escarbando entre la basura. Se ven perros masticando sobras de alimentos. Se ven letreros municipales que piden cuidar la ciudad y no arrojar desperdicios. Y abajo de todo, se ve una rata que husmea dentro de una bolsa. Pese a las campañas de limpieza, no hay basureros en las esquinas y las veredas...

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