Una buena y otra mala
| Autor | José Alberto Allende/Felipe Ignacio Vega |
| Cargo | Director Editorial/Director Editorial |
| Páginas | 3-3 |
Una buena y otra mala
Industria Legal
Existe una concepción muy asentada en la
sociedad de que las abogadas y abogados
somos infelices. Dicha creencia, quizás,
comienza cuando estudiamos derecho en la
universidad, y se acrecienta más adelante con
las largas horas de trabajo dedicadas en la
oficina. Sea o no cierto, ese postulado no es de
nuestro patrimonio exclusivo, sino que también
se repite en distintos rincones del planeta.
En ese contexto, a principios de este año, dos
académicos de la Universidad de Yale (Listokin y
Noonan) lanzaron un estudio acerca del
bienestar social en la profesión legal. El objetivo
era dilucidar si era cierto que en nuestro rubro se
es especialmente infeliz, en comparación con los
profesionales de otros sectores. Como contraste
―o punto de partida―, existía un informe
elaborado sobre el tema por la American Bar
Association (ABA), hace no mucho tiempo, que
había dado pie a diversas publicaciones en
prensa acerca de la profunda desgracia en la
que vivíamos los abogados.
Para llevar adelante su tarea, los autores
tomaron la evidencia recolectada por la National
Health Interview Survey (NHIS), reunida a partir
de miles de entrevistas dirigidas a profesionales
en Estados Unidos, incluyendo las más diversas
realidades: empleados de oficinas grandes y
chicas; del sector público y del sector privado;
hombres y mujeres; jóvenes y adultos. Y el
estudio arrojó dos conclusiones relevantes: una
buena y una mala.
La buena, es que los resultados fueron
bastante más auspiciosos que los que se
conocían, ya que, según los autores, los
abogados no somos especialmente infelices; ni
tampoco existen diferencias con otros
profesionales con niveles similares de educación
o exigencia, como serían los médicos o los
dentistas. Queda, por lo tanto, científicamente
descartada la infelicidad crónica en nuestro
rubro, la que no pasaría de ser un mito bien
divulgado.
Pero, como adelantamos, también hay una
noticia mala: la ciencia también evidencia un
problema serio en lo que se refiere al consumo
de alcohol por parte de abogadas y abogados.
En efecto, las estadísticas arrojaron que los
profesionales del rubro legal consumimos
cantidades considerablemente mayores de
alcohol que otros profesionales de características
similares.
Como señalan los autores: “compared to their
educational peers, lawyers consume alcohol at
extraordinary rates. Lawyers exhibit excess alcohol
consumption twice as frequently as others with
advanced professional degrees. Moreover, alcohol
abuse in the legal profession has been getting
worse—increasing dramatically over the last 15
years. This trend seems especially prevalent among
lawyers under 40”. Como guinda de la torta, el
estudio agrega: “Rates of problem drinking are
higher for lawyers at Large firms and Super-Large
firms”.
Aunque en Chile no manejamos cifras internas al
respecto, no es difícil suponer que la situación sea
bastante parecida a la detectada en Estados
Unidos. Y eso debiera ser motivo de preocupación,
porque no sería raro que por poner el foco en el
bienestar al interior de las oficinas ―lo cual está
perfecto, en todo caso―, terminemos descuidando
un tema que es igualmente complejo y delicado, y
probablemente mucho más perjudicial para la salud
de nuestros profesionales.
Esto es especialmente relevante en los tiempos
que corren, en los que esta realidad, sumada a los
efectos en la salud mental de las nuevas formas de
trabajo, podrían generar una “tormenta perfecta”
con el restablecimiento paulatino del trabajo de
oficina y la apertura de los centros de esparcimiento
social. Es necesario, entonces, anticiparse a esta
situación, y que las firmas se preparen de
antemano para prevenirla y sobrellevarla.
José Alberto Allende
Director Editorial
Felipe Ignacio Vega
Director Editorial
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