El Brasil dulce (más allá del samba) - 27 de Marzo de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 899287077

El Brasil dulce (más allá del samba)

S e les nota en la cara a los que llegan: vienen a buscar el descanso que en otros balnearios no encuentran. Es que Ilha do Mel está ganando fama entre los amantes de la naturaleza porque recibe con caricias a los fatigados de cuerpo y alma.Pero que nadie se engañe: "Cuando no encontramos descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte". Lo dijo un hombre reflexivo, La Rochefoucauld, sin embargo, él mismo pudo proponernos Ilha do Mel si la hubiese conocido.En la isla parece posible hallar un muy contagioso amor por el descanso que quizá hasta los viajeros empedernidos llevan oculto.Es lo que nos ocurrió al viajar entre los estados de Santa Catarina y Sao Paulo, por el de Paraná. Dentro de él sobresalen las cataratas del Iguazú y su costa, que tiene innumerables playas, notoriamente en su Ilha do Mel, que parece otro nombre del edén: Isla de la Miel. Existe en ella un centenar de posadas para turistas que buscan lo natural.Algo nos sorprende al llegar en una lancha al muelle de la isla. Solo hay carretones de mano para acarrear las cosas. Maletas, mochilas, tablas de surf se subían a esos carretones para llevarlos hasta las pousadas . A esta isla sin motores ni mascotas vienen miles de viajeros a disfrutar sus 25 playas, donde se practican todos los deportes de agua, y en las que los surfistas están de fiesta. Se agradece su atmósfera bucólica, en la que todo se hace caminando en medio de una vegetación robusta que a ratos despista a los visitantes, y les proporciona la emoción indispensable.Muchos días y noches vividos en Ilha do Mel, en una visita anterior no solo gozamos de su dulzura y tranquilidad. Recorriendo sus caminos-laberintos pudimos conocer algunas de las playas vírgenes más admirables de Brasil, y trepamos hasta el faro, que se levanta sobre un encumbrado morro.En esta subida al farol -así le llaman en portugués- hicimos un descubrimiento: el espionaje de cardúmenes que realizan los pescadores de la zona. Para atraparlos, ciertos días del año emplean originales métodos de vigilancia. En distintos lugares altos vemos a hombres solitarios y quietos que observan el mar durante días enteros, parados sobre una roca y tiesos como una roca. Cuando advierten la presencia de un cardumen -de tainhas o lisas, y otras especies de orilla- se comunican por radio con los pescadores que hacen guardia en la playa. Rápidamente, estos sueltan enormes redes en el mar. Cuando la encerrona tiene éxito, se escuchan gritos y celebraciones.Idéntica técnica se emplea en otras áreas de la gran bahía de Guaratuba , vecina de la isla, que tiene grandes playas blancas. Si faltan cerros sobre el mar para observar, los vigías acechan de pie en precarias atalayas de madera y metal, que parecen trampolines sobre la descomunal piscina del Atlántico. Poco tiempo después miles de peces se debaten en la playa, y es hora de repartir. A cada uno lo suyo.En otras épocas, los peces se llevaban a las casas, donde eran salados para asegurar las necesarias proteínas de todo el año. La última vez extrajeron 19.000 peces y cambiaron la sal por congeladores domésticos. Cada año, desde que el hombre pobló esas costas, ha dependido de la tainha para su subsistencia. Entran a la bahía al acercarse el mes de junio, en un notable frenesí reproductivo, y ahí fecundan sus huevos. Los pescadores los atrapan en una red fina que permite a los...

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