A boca de jarro.
Autor | Fisher, Verónica Viola |
Cargo | Poema |
Brindis Enterrada y plana entre las sábanas espera la presita. Es pequeña pero dulce y en el fondo del mar hay sal de más. Los seres de los abismos marinos hacen temblar de miedo al intruso no iniciado. Tocaba partes de un cuerpo que no se unía. Yo no puedo hablar pero ella cría luciérnagas en la boca e ilumina este fondo. ¿Tiene el pez piedra un corazón camuflado o es así, roca bermellón su amor? El científico iniciado halla aquí extraordinarias formas naturales. La textura es un suave violento, después de acariciar brota sangre entre los dedos de los pies que plegados ="2">Toma aire, la pequeña hormiga y carga sobre su espalda una hoja como una especia en el sabor que bajo la lengua susurra ser diferente en el silencio de la noche hago de mi carne verde, fresca una alfombra mágica y te llevo sobre mí como alimento primario. La Reina agita sus alas sobre la colonia y es comida por Dios. ¿Estás bien? -preguntas dulcemente al desprender los botones de mi blusa descubro que estoy preñada, la panza de vidrio como una bola de cristal o una copa sin pie, clavada en mi vientre Voy a alisarte el cabello --respondo es de noche, nos unen la oscuridad y el verano. Te observo sentada frente a la ventana lista, esperándome Entonces como luciérnagas enredadas en tu pelo están las partecitas, la copa la bola de cristal hecha añicos en el aire abro los ojos ¿estás bien, hermosa? -estoy despierta acaricio tu nuca y mareada llego a la boca: Ya está, un cabello perfecto hasta los talones. Te declaro: contigo pan y cebolla conmigo piden tus manos y se abren, pero dan no me mires profundo no me mires torturador es mi cuerpo, nada le alcanza y él mismo se sobra. Sed En el secreto paisaje de tu codo no soy como lo fueron tu padre y tu madre, arquitecta, tampoco una construcción vecina o un cerro dedicado a generar sombra en derredor. Soy ese albañil enardecido que apila granito sobre granito de arena e intenta con la mezcla hacer la pasta bendita para unirse desde los cimientos hasta la cúpula. Soy el músculo frágil que levanta cien kilos y transpira no tengo la fuerza de una grúa ni la de gravedad. Tu brazo articula el espacio incoloro, áspero entre mi cuerpo y el mundo de tal forma que no sé ubicar el sol cuando entra, cuando sale. ¿Es tu codo el de un río? Tus dedos se acercan a mis labios de arena: cada secreto alardea como un equilibrista sobre las líneas del poema pero nunca cae en ellas ¿mi codo? -dijiste. Escurrir tu cuerpo y dejar el rastro doloroso del...
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