Los bienes morales que da el mercado y el dinero - 29 de Octubre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 695731857

Los bienes morales que da el mercado y el dinero

El intercambio posee un lugar muy relevante en las sociedades humanas, al extremo de que sería un hecho social total, según sugirió Marcel Mauss. Y ese lugar ha extendido su presencia, bajo la forma de mercado, hacia casi todos los intersticios de la vida social en el capitalismo moderno.

Ese fenómeno consistente en que el mercado se infiltra por todos los intersticios ha dado origen, desde muy temprano, a múltiples críticas, como si el intercambio de bienes y el consumo nos privaran de algo muy importante, crucial. Pero si bien el intercambio mercantil y el dinero parecen despojar a los seres humanos de un destino esencial (aunque nadie parece estar en condiciones de señalar cuál es el precioso destino que en este proceso habríamos extraviado), también proveen a los individuos de bienes importantes, muchos de ellos de naturaleza moral. Así, si puede discutirse que el intercambio tiene límites morales, lo que parece indudable es que el dinero y el mercado también han hecho posible la existencia de muchos bienes de carácter indudablemente moral que las sociedades humanas tienen hoy en alta estima. Y es que, como se verá en lo que sigue, los bienes de la modernidad no son indisolubles del mercado y el dinero.

¿Cuáles son esos bienes?

El primero de todos es el de la libertad.

Los modernos acostumbrados a ella arriesgan siempre el peligro de olvidar que la libertad es un fruto social, no una condición natural. Suena sorprendente, pero la experiencia de la libertad moderna, la existencia de un ámbito que le pertenece solo al individuo, la existencia de un espacio interior que escapa a los demás y que el individuo no está obligado a compartir con otros, salvo como insecuencia de sus propias decisiones afectivas, es una conquista moderna a cuyo logro la economía monetaria -que es indisoluble de lo que hoy se llama mercado- contribuyó de manera decisiva. El autor que subrayó con mayor énfasis, y talento, este aspecto de la economía dineraria fue Georg Simmel. Es verdad, observó este autor, que el dinero hace a las relaciones sociales extremadamente impersonales. Un buen ejemplo que dio el propio Simmel (y que Marx mencionó también en el tercer tomo de El Capital) es la sociedad anónima. En ella hay miles de personas propietarias que unifican sus esfuerzos mediante el dinero, pero que no se conocen entre sí. Se trata pues de una asociación que no supone ninguna comunidad vital entre las personas. Pero esa impersonalidad que enfría las relaciones...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR