Beethoven, estructura y emoción - 29 de Noviembre de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 852390054

Beethoven, estructura y emoción

Cuando en 1988 dirigía por primera vez en Bayreuth El anillo del Nibelungo, recibí un regalo maravilloso: la visita de Pierre Boulez. Se alojaba en mi casa y era algo único tener la posibilidad de debatir con él cada noche, tras la función, sobre unas obras que él conocía de memoria y en profundidad. Boulez recordaba entonces sus primeras representaciones de El anillo en Bayreuth, doce años antes, y me contaba que, musicalmente, había tomado un camino muy distinto del mío. "Como compositor que soy, yo estaba interesado en el esqueleto de El anillo", decía, "y tengo la impresión de que a usted le interesa más la sangre y el músculo. Para mí esto va sobre todo de lo estructural; usted, en cambio, quiere expresar lo variable. Por eso mis tempi eran más rápidos. Pero estoy seguro de que, con la experiencia, usted también llegará a conocer mejor el esqueleto". Me sentí halagado, por supuesto, pero sobre todo me pareció muy interesante lo que Boulez decía. Además, creo que con las sonatas para piano de Beethoven he vivido un proceso semejante.Comencé muy pronto a tocar las sonatas en concierto, algunas ya a los ocho años, y la Sonata Hammerklavier y la Sonata Op. 111 a los trece o catorce. A mi padre, que fue el único profesor de piano que tuve, le criticaron bastante entonces, pero él opinaba que convenía ocuparse de las grandes obras tan pronto como fuera posible, y no importaba si aún no se tenía en absoluto la madurez necesaria, pues -así lo expresaba él- la madurez no llega si las partituras permanecen metidas en el armario.Así que aprendí pronto que Beethoven no exige solo capacidad técnica para tocar unas notas en ocasiones muy difíciles, sino una verdadera madurez de pensamiento. En ese sentido, es totalmente distinto a Mozart. Artur Schnabel tiene una frase maravillosa: "Mozart es demasiado fácil para los niños y demasiado difícil para los adultos". Lo que quería decir es que, para un artista experimentado, puede ser muy difícil encontrar la expresión adecuada a esa naturalidad que en Mozart es absolutamente necesaria. Con Beethoven ese problema no existe: él es de una complejidad inmensa, y la lucha es una parte orgánica de cada representación.Hace ahora sesenta años que me ocupo del ciclo completo de las sonatas. El primer recital en 1960 me llegó casi por casualidad. Había dado muchos conciertos de niño, aunque con dieciséis años -ya no era un niño, pero tampoco un adulto- me encontré de pronto con la agenda vacía. Estaba muy...

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