Bebidas e indulgencia - 28 de Febrero de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 494867490

Bebidas e indulgencia

Nunca he podido cumplir la prescripción que hacen todos mis médicos. Todos, porque hasta cierta edad no tenemos médico, luego tenemos uno y, andando el tiempo, varios, uno por cada órgano que empieza a dar señales de alarma. Gastroenterólogo, oculista, cardiólogo, urólogo, y hasta psiquiatra, este último un par de veces al año, para ir a contarle de nuestra miseria ordinaria común y salir con la receta de algún ansiolítico o de un estabilizador del ánimo de bajos miligramos, que es todo lo que se necesita para controlar la tendencia al disgusto y la melancolía.

Cada vez que ingreso a la consulta del psiquiatra, digo lo mismo: "Ya sabes que conmigo no tendrás mucho trabajo". Pero igual conversamos durante una hora, si bien al filo de la sesión en lo que terminamos siempre es hablando de nuestras diferencias sobre el cine chileno. No consigo convencerlo de que hay algunas buenas películas nacionales y, menos aún, de que el mejor cine del mundo -el norteamericano- no puede ser juzgado por aquel que aparece hoy en la cartelera de salas de proyección que terminan por idiotizar a las audiencias que llegan a ellas ya bastante embrutecidas. Es raro lo que suele pasar en materia de visitas al médico, porque, habituados a controlar el estómago, el colon, el hígado, el corazón, los pulmones, nos resistimos a hacer visitas regulares a especialistas que, como psiquiatras y neurólogos, saben del principal y más determinante de nuestros órganos: el cerebro. Es completamente irracional que hasta los pedicuros tengan pacientes más habituales que los psiquiatras

Hay un consenso médico apabullante, cualquiera sea la especialidad del galeno, en que todo lo más que podemos beber, al menos a partir de cierta edad, es una copa de vino al almuerzo y otra a la comida. Lo que replico, sin embargo, es "Ninguna o más de una", porque es más fácil abstenerse de beber que continuar haciéndolo. Lo mismo ocurre con el sexo. Puedes no tenerlo, pero una vez empezado no es posible detenerse. La primera copa -esa que los médicos quisieran que fuera la única- es apenas el equivalente a una erección, de manera que, si no queremos frustrarnos, hay que pasar rápidamente a la segunda.

No hay necesidad de llegar...

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