Barticcioto no se cansa - 4 de Mayo de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 434588062

Barticcioto no se cansa

-!Barti, no aflojes¡ -le gritan.

Marcelo Barticciotto, ese hombre, no responde. Sigue con las fotos; 67 en 12 minutos. El pasillo colapsa; no fue pensado para esto, pero desde que comenta para radio Bio-Bio, la escena se repite.

-!Ya los vamos a sacar, Barti¡

Han pasado cuatro días desde la junta de accionistas de Blanco y Negro, y pese a los guiños para calmar a los hinchas y al propio Barticciotto, como el nombramiento de Arturo Salah en la presidencia, el ambiente sigue duro para los dueños del club.

-!Grande Barti, hay que echarlos¡

Él posa, sonríe y a la próxima foto. No dice nada; no pasa mensajes.

-¿No te serviría esto para hacer campaña, al menos?

-Yo no soy político, no hago campañas. Esto es...

Abrazo, sonrisa y foto.

-Esto es otra cosa.

Alejandro Barticciotto, con 12 años, por alguna nimiedad que le es imposible recordar, esa tarde de 1972 se había enojado con su madre y, a la hora de cruzar la avenida Nueve de Julio, se negó a darle la mano y, en cambio, la siguió de atrás, amurrado, a tres metros de distancia. Desde ahí lo vio todo:

"Un auto cruzó con roja y levantó a mi mamá y a Marcelo por el aire. Él tenía cinco años ... la mandíbula le colgaba, se la tenía que sujetar para que no se cayera. Mi mamá se azotó la cabeza contra el piso, yo creí que estaba muerta. Estuvo varios días en coma y Marcelo no pudo comer líquidos en un año. Me afectó, fue una imagen terrible de ver, pero no tanto como a él".

Marcelo Barticciotto, tras años de terapia, es capaz de decir: "Me marcó. Ese día empecé a agarrarle miedo a la muerte, a que muera mi mamá, a que me muera yo. No me daba cuenta entonces, pero eso fue creciendo en mi".

Los Barticciotto vivían una vida tranquila, pero justa en Quilmes. El padre, que no había ni terminado el colegio, consiguió un trabajo en el equivalente de Chilectra, lo que les dio la estabilidad que no habían logrado sus abuelos cuando llegaron de Italia: Marcelo alcanzó a vivir en una casa de lata, dónde se filtraba el frío y se escuchaban las gotas de lluvia en el techo.

Justo en la época posterior al accidente, Marcelo comenzó a jugar fútbol en el barrio. "Estaba lleno de chicos muy buenos, pero él tenía algo especial, es difícil definirlo", recuerda Alejandro. Recién a los 15 años se probó en Independiente, pero tras seis meses decidió volverse a la canchas de tierra en Quilmes. En el fondo, le gustaba el juego, pero no la competencia. Alejado del fútbol terminó el colegio y entró a la U. de Buenos Aires, primero a un bachillerato, después a educación física y a jugar en una liga regional en Saladillo. Al final aceptó ir a probarse a Huracán, en ese entonces en primera división.

"No es que no me gustara el fútbol, pero no me quitaba el sueño", dice. "Cuando empezó la presión, la plata, uno va perdiendo la alegría, se hace un empleado. Seguí en el fútbol porque no quería ser como mi papá, que salía a las cinco de la mañana a trabajar y llegaba a las diez de la noche".

Tras dos años en Huracán, su representante llegó con una oferta de Colo Colo. Al aterrizar en Santiago lo esperaban decenas de periodistas para saber quién era el desconocido reemplazante de Hugo Rubio, vendido en un millón y medio de dólares. Era la presión que temía, en estado puro. Jorge Vergara, dirigente, le tocó ir a recibirlo. "Venía asustado porque era la primera vez que salía de su casa. Calzó perfecto con la idiosincrasia del colocolino. Entendió que era del pueblo. Nunca miró en menos a nadie".

En la cancha también encajó rápido. Arturo Salah, el entrenador, lo puso a jugar de inmediato. Aún así a los dos meses habló con él y le dijo que quería devolverse. "Estaba hecho bolsa. No tenía a nadie. En ese momento creía que estaba triste, pero no era eso", dice.

-¿Y qué era?

-Era algo mucho más delicado.

Salah, preocupado, le recomendó que alguien de su familia viniera de Argentina. Viajó su hermano.

"Salah fue su segundo padre. Lo cobijó. Él no lo olvida", recuerda Daniel Morón, miembro de ese plantel.

El técnico tuvo el tino de, pese a no ser jugador, integrar a su hermano al plantel como uno más: entrenaba con ellos, concentraba en los hoteles, en la misma pieza de Marcelo. "Uno pensaba: lo tiene todo; fama, plata, pinta; pero eso un depresivo se lo mete por el... -dice Alejandro-. Me concentré en tratar de sacarlo, pero no tenía ganas de nada. Y si se quedaba en la casa, yo me quedaba. No lo quería dejar solo, por si le venía un arranque... ese era el miedo, y uno tenía razón si piensa lo que le pasó a Mumo Tupper. Después Marcelo se casó, vino su señora acá".

Claudia Di Bartolo vivía también en Quilmes y conoció a Barticciotto a los 14 años. Comenzaron una relación siendo unos niños, y hoy siguen casados. Viajó a Chile por primera vez en...

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