Barcelona de toda la vida - 6 de Octubre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 466959642

Barcelona de toda la vida

Me han dicho que para comer bien en Barcelona y vivir sus tradiciones culinarias hay que elegir lugares donde sólo se escuche hablar catalán, pero eso, salvo en las casas de la gente, donde cuelgan de los balcones las banderas independentistas, es una fantasía. Con siete millones y medio de turistas que visitan al año esta ciudad de tres millones, además de catalán y español se escucha inglés por todas partes -del americano y el británico-, lenguas orientales y está lleno de polacos, checos y rusos que repletan las pequeñas callejuelas del casco antiguo y sus bares de tapas, donde beben jarras de sangría a toda hora. Caminar por la Rambla -ese paseo peatonal que va desde la Plaza Cataluña hasta el puerto antiguo- un lunes por la noche o un sábado da igual: siempre hay multitudes. Salvo la hora de la siesta, en que el comercio más tradicional cierra sus puertas, Barcelona -con o sin crisis- es una fiesta.

Viernes, medio día, Marianne llega en su bicicleta a encontrarme a la puerta de la Estación Francia. Es menuda, tiene el pelo negro ondulado suelto, grandes anteojos de sol, una blusa blanca y pitillos negros. Lleva quince años viviendo en Barcelona. Los últimos como socia de The Treasures (www.thetreasures.es), dedicada a mostrar la ciudad a los amantes de la gastronomía, del diseño independiente, de la moda que llega desde Londres, Nueva York y Australia, a conocer el lado boutique de esta ciudad. Mira la hora y sugiere:

-¿Hagamos un vermouth?

Vermouth acá significa dos cosas: es un vino infusionado con hierbas -como un martini italiano- que se hace artesanalmente en algunos bares, y también es una tradición catalana: salir de picoteo antes del almuerzo. Una tradición que se había perdido, pero que está volviendo a florecer porque hoy se vive una cierta vuelta atrás, hacia la esencia, lección de la profunda crisis económica que ha desolado a España en los últimos años. Cuando lo material ha pasado a segundo plano, un vermouth es un sencillo momento de alegría para compartir con los amigos o la familia.

-Todo el mundo está volviendo a las raíces. Los sábados y domingos, te levantas y en vez de tomar desayuno te vas directamente a hacer un vermouth a las doce. Te tomas un vino o una caña (pequeño vaso de cerveza) y un picoteo que no te alcanza a llenar pero te abre el estómago -dice Marianne-. Pero es muy de fin de semana, porque si estás trabajando no te vas a poner a beber a las 12 del día.

Claro que los viajeros que están de paso pueden hacer vermouth de lunes a domingo al mediodía o al atardecer; estos lugares cierran a la hora de almuerzo.

Estacionamos su bicicleta y caminamos por las callejuelas del barrio Born -que parece un pequeño pueblo con sus restaurantes, tiendas de ropa, buenos hoteles; una especie de Soho barcelonés-, pasamos frente al museo Picasso, donde hay una enorme fila para entrar, y llegamos hasta una de las catedrales del vermouth: el Xampanyet (Carrer de Montcada 22).

-Éste es un clásico de toda la vida -dice Marianne.

Y lo que se ve es un pequeño local con algunas mesas con...

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