De Barbie a Monster High - 3 de Diciembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 479141222

De Barbie a Monster High

Yo fui a Disney recién a los 21 años, y las Barbies fueron dos y a destiempo: una que me regaló mi padrino en quinto básico, cuando mis amigas ya habían superado la etapa y uno desesperadamente quería parecer mayor. La otra llegó a los 17, cuando un pololo escolar amoroso quiso llenar el vacío que había dejado en mí la Barbie-ausencia. Esa Barbie, de vestido rosado con brillos, se la heredé a una sobrina sólo cuando me fui de la casa de mis padres, a los 25 años.

Como diría Joan Didion, uno se cuenta historias para poder vivir, y en mi fábula personal de porqué me hice periodista, la ausencia de Barbies es como el punto cero: no tenía Barbies, pero me compraron todos los libros que quise. Y quise muchos libros, y crecí leyendo y como eso no es una profesión, escribí. Hoy cuando le pregunto a mi mamá el por qué de lo de las Barbies, si era por plata -en esa época no eran un producto barato- o por una parada feminista-existencial, me mira con cara de suspiro diciendo: "Supéralo", y me explica que ninguno de los tres hermanos tuvo, nunca, el juguete de moda. Ni Nintendo ni Barbies. Porque las modas son tontas.

El discurso, claro, aguantaba a principios de los 90, antes de que Chile se convirtiera en este paraíso del crédito y el consumo y del eterno círculo de más y mejor. Antes de los comerciales de Disney Channel, antes de que estar al día sea lo obvio a menos que tus papás vivan en la comunidad de Pirque.

Adolescentes con mentalidad preescolar

Como la tía de seis sobrinas mujeres, que van desde los cuatro a los trece años, he tenido que estar al día para no comprar el juguete del año pasado. He invertido en Polly Pockets, Lalaloopsys, Littlest Petshops, Barbie Princesa de la isla, Princesas desde Ariel a Rapunzel, Little Ponys, Angelina Ballerinas, con mucho accesorio que se vende por separado.

Este año, cuando pregunté qué le compraba para el cumpleaños a la de ocho, se me redireccionó hacia a Monster High, de Mattel. Partí.

No podía creerlo. ¿Sabían las madres de las criaturas que las Monster High eran una muñecas como entre Bratz -esas horripilantes especies de Barbies en esteroides- y la clásica muñeca rubia? ¿Sabían que eran verdes y moradas y todas tenían maquillaje y plataformas y minifaldas? ¿Dónde estaba el pelo brillante y el vestido inflado con brillos dorados que tanto había querido yo alguna vez?

Le compré lo que cualquier tía y ninguna madre compraría: un set de tintura de pelo azul, verde, morado, marca Monster High. (Respuesta de la madre cuando lo entregué: "Eso tú se lo vas a venir a lavar").

Toda niña en el mundo pareciera tener una Monster High. Introducidas al mercado hace tres años -con sitio web, series, películas y todo el merchandising correspondiente- en tiempo récord se transformó en la línea más vendida de Mattel, después de la clásica Barbie. Analistas en Estados Unidos estimaron este año que la marca hace unos 500 millones de dólares en ventas anuales. Era la primera vez que Mattel incorporaba una nueva línea, sacando todos los productos extras al mismo tiempo, desde Hot Wheels en 1968.

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