Bajo el tusi y las balas hay un niño muerto - 29 de Octubre de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 913456527

Bajo el tusi y las balas hay un niño muerto

El tuit publicado la noche del 9 de septiembre antecede las imágenes de un velorio ocurrido en Alto Hospicio. En el video de dos minutos, tomado de una cuenta de Instagram que publicó las escenas en sus historias, es posible cómo un menor es despedido por sus amigos que espolvoreaban tusi de color rosado y amarillo, una mezcla de ketamina y anfetaminas, sobre el vidrio del ataúd. Hay balas. Una corona. También un revólver. Bajo gritos y reggaetones de despedida, una adolescente que arma líneas de tusi con un trozo de papel. A continuación, otra adolescente enrolla un billete y se inclina para drogarse.Las imágenes, que saltaron de las redes sociales a los portales de noticias en cuestión de minutos, se convirtieron en viral durante toda esa jornada, llegando incluso a medios internacionales.Esa misma tarde, en Alto Hospicio, una mujer tomó el teléfono y abrió Facebook. En una página de noticias que sigue, vio el video del velorio. Más abajo encontró un meme: una ilustración de Cristóbal Colón, con cara de asqueado y la frase: "Mejor me devuelvo". Más abajo, leyó algunos comentarios, antes de empezar a responderlos y pedirle a los administradores del sitio que bajaran el video: "un delincuente menos", "bien muerta la lacra", "bien muerto el qlo".Era la madre del menor. Hacía pocas horas lo había sepultado.El niño y los perrosAlto Hospicio. Toma El Boro. Mirna Aguirre (30), la madre de Matías, está sentada en el living de su casa, una estructura pequeña y de material liviano donde vive con su pareja y su hijo de diez años. Detrás suyo, sobre un fondo con nubes, está Matías, impreso en un póster. En sus manos hay anillos. Uno de ellos tiene el signo peso. Del cuello le cuelgan cadenas de oro. Afuera ladra un perro, mientras el sol del mediodía seca las pozas que forman las aguas grises que brotan de las casas. Mirna llegó aquí hace siete meses. Para ese entonces, dice, Matías ya casi no llegaba a dormir.Morena, con los labios pintados y un pañuelo rojo en la cabeza, Mirna cuenta que nació en esta comuna. Que cansada de hacerse cargo de sus hermanos menores y de los golpes de su madre, se fue de la casa a los 13 años buscando refugio en un hogar del Sename. Ahí hizo amigas, cuenta, con las que de vez en cuando se escapaba a la playa a fumar marihuana. En uno de esos escapes conoció a un joven de 18 años de la caleta Chanavayita, de quien se embarazó a los pocos meses. Cuando nació Matías, cuenta Mirna, tenía 15 años, y juntos se fueron a vivir a la casa de los padres de su pareja, que no quiso participar de este reportaje.-Al año me fui con el Matías -recuerda Mirna-. Me separé por violencia. Me pegaba feo y me maltrataba psicológicamente. Él me decía que tenía que aguantar los golpes por vivir ahí, pero no pude más y me fui donde mi abuela. Mi mamá no estaba. Llevaba tiempo viviendo en Coyhaique con una pareja. Mi abuela me recibió, y ahí estaba bien, tenía agua potable y una cunita para el niño, pero él me siguió buscando. Y yo volví con él.La historia se repitió. Pero esta vez, cuando quiso regresar a la casa de su abuela, esta le negó el alojamiento. Al mismo tiempo que asistía a un colegio técnico donde las estudiantes de párvulos cuidaban a los bebés de otras alumnas -alrededor de 15, recuerda Mirna-, comenzó a trabajar como garzona y a vivir en una pieza. Sin embargo, apremiada por el dinero, y sin la ayuda del papá de Matías, abandonó los estudios y cometió sus primeros delitos: hurtos en tiendas y malls de la ciudad. El año 2010, reconoce Mirna, con varias órdenes de detención pendientes, fue detenida y condenada a cinco meses de cárcel. La tuición de Matías, de entonces 3 años, pasó a manos de su abuela paterna.-Cuando salí en diciembre lo primero que hice fue ir a ver a mi hijo -cuenta Mirna, que hoy tiene un emprendimiento de venta de comida-. Le llevé unas cositas de regalo, pero no me lo quisieron entregar. Recién en febrero lo pude recuperar. Mi suegra me dijo que el niño lloraba todos los días por mí, así que me lo devolvió. Estaba feliz. Le pusimos "pandita", por las ojeras que siempre tenía.En la Escuela Diego Portales, donde Matías cursó prekínder y kínder intentaron advertir a Mirna: su hijo presentaba un mal comportamiento que debía ser atendido con tratamiento psiquiátrico después de una serie de evaluaciones psicológicas...

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