El aviador, su hija y una pistola calibre 32 - 13 de Septiembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 527871786

El aviador, su hija y una pistola calibre 32

-Ayúdame a morir.

Hugo del Valle Ross superaba apenas el metro 60, pero soñaba con volar. Hijo de un joyero del centro de Santiago y una dueña de casa, inspirado en los pilotos de la Segunda Guerra Mundial, se decidió, ya de adolescente, a postular a la Fuerza Aérea. Su madre se negó. En ese tiempo, fines de los años 40, los riesgos de la actividad eran irracionales: más que una posibilidad, sufrir un accidente era una certeza. Lo obligaron a terminar el colegio y no hacerlo en paralelo a la escuela, como era la costumbre. Ingresó de todas formas en 1950. Era uno de los duros de la generación: gran atleta, veloz en distancias cortas, demostraba su fuerza en competencias de gallitos, en lo que, le gustaba contar, era invencible.

Tras el egreso fue destinado a Quintero. Ahí conoció a su primera mujer, que tenía dos hijos de un matrimonio previo. Se enamoraron y fue un escándalo entre los uniformados. Le ofrecieron seguir, pero lejos, en Punta Arenas, como una especie de castigo. Él se negó. Se acogió a retiro en 1956, según se registra en su hoja de vida de la FACh, con el grado de teniente. Se instaló en Santiago, tuvo dos hijas: Loreto y Viviana. Se dedicó a los vuelos comerciales. Reforzó su perfil temerario: el 31 de octubre de ese mismo año rompió, junto con otros dos tripulantes, el récord de distancia en vuelo con carga tras cubrir Arica y Punta Arenas en 16 horas 25 minutos. El avión iba repleto de flores. "El cargamento era esperado con ansias en el sur con verdadera ansia por numerosas personas que querían honrar la memoria de su deudos el día 1", escribió El Mercurio.

Meses después otra historia suya recorrió los círculos de pilotos. En pleno vuelo a Miami, uno de los caballos pura sangre que transportaba, sin la debida medicación, comenzó a descontrolarse y patear el fuselaje. Hugo del Valle no lo dudó: lo mató en pleno vuelo con una Walther PPK, calibre 32, color café.

Luego se instaló en Puerto Montt y fue parte del grupo de pilotos que permitió por años la conexión entre las ciudades australes. Eran personajes reconocibles, héroes locales. "Hay que pensar que hacia Coyhaique, Futaleufú, Balmaceda no había caminos. Él no era sureño, pero fue un piloto patagón auténtico: valiente, volaba con cualquier tipo de clima, sin herramientas", dice Carlos Hein, compañero suyo esos años.

El 12 de febrero de 1972, Hugo del Valle volvió a los diarios. Transportando combustible entre Puerto Montt y Futaleufú, se le apagó el motor izquierdo de su DC-3. Segundos después se incendió en el derecho. Desesperado, tuvo que amarizar en un canal, en una compleja operación, que solo se enseña en libros. El avión tardó en hundirse. Del Valle, que no sabía nadar, salió la escotilla y se abrazó a un ala. Un pescador lo rescató. Él gozaba contando la historia.

Su familia no gozaba tanto escuchándola. Para ese entonces, de hecho, se había separado de su mujer. "Cuando estaban casados nunca lo veíamos, pasaba viajando, fue muy ausente", dice Loreto, su hija menor. "Y después más aún: no nos enviaba plata, mi mamá lo pasaba demandando. Yo pasé mucho tiempo sin verlo, años. Él rehízo su vida".

Hugo del Valle se volvió a casar con Carmen de los Ríos. Tras el golpe militar, fue llamado como reservista. Estuvo en Iquique, a cargo de los helicópteros. Llegó a ser comandante de escuadrilla en 1975. Dos años después volvió a la aviación privada. Tuvo otro incidente, en un despegue fallido en Coyhaique, pero el accidente más grave lo sufrió a comienzos de los 80, intentando aterrizar, con pasajeros a bordo, en Balmaceda. Desorientado por el mal clima se estrelló en una meseta, en el límite con Argentina, en pleno conflicto por el canal Beagle. Apenas despertó tras el choque, asustado por si lo encontraran militares trasandinos, se comió su tarjeta de identificación militar, la tifa. Carlos León, piloto de la época, sobrevoló la zona, buscándolo. "Fue una salvada bastante milagrosa. El avión estuvo a metros de irse barranco abajo: escapó de la muerte".

Después del incidente, a Hugo del Valle le diagnosticaron hipertensión y le revocaron su licencia. Cuando se enteró, recuerdan sus compañeros, la rompió en el acto, frente a todos. Tenía 50 años. Estaba muy molesto...

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